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miércoles, 25 de julio de 2012

"YO SOY ESPAÑOL"


Desde aquellos maravillosos años en los que, como decirlo, las cosas se veían desde el carisma de un optimismo moderado, el tiempo no ha conseguido renegociar las ceremonias del canguelo con las tribulaciones pasionales de la dualidad de un deseo que a lo mejor tuvimos en la hoguera de San Juan.
Es cierto que las cosas eran diferentes antes.

No sé si recordáis, yo me acuerdo perfectamente, de que antes ganábamos todos los amistosos del mundo y entrábamos en las fases finales con el pecho demasiado fuera como para valorar el grueso de una competición que siempre se llevaban otros.
Eran otros tiempos.
Eran épocas de paz y después gloria en las mentes de aquellas generaciones de hombres y mujeres trabajadoras que anteponían su sacrificio a la voluntad de unos vástagos hambrientos de ganas de comerse un mundo plural al disponer, bendita gloria, de múltiples opciones de enorgullecer a sus antecesores administrando, eso sí, oportunidades que sus antecesores jamás pudieron ni tan siquiera imaginar.
Eran tiempos de cambio en época de crisis con el sueño de envejecer tranquilamente después de una vida dedicada a la familia.

Por aquella hasta llegamos a una final de un Europeo que Platini se encargo de joder.

Y la familia, esa familia a la que algunos actualmente se encargan de subrayar bajo la tutela, por supuesto, de sus intereses, era la base obrera de una generación que vivió por primera vez a la altura de una clase media que quisieron inventar los de arriba para disfrute del currante que después de ocho horas se sentaba a estudiar con el chaval en la habitación que pagaba en cómodos plazos mensuales.
A pesar de unos diminutos sueldos, la esperanza de la prosperidad tumbaba cualquier barrera utópica en la ilusión de seguir creciendo.

Y crecimos.

Fuimos creciendo aprovechando de mejor o peor manera las oportunidades que se nos pusieron delante de aquel escritorio con flexo.
En aquella joven democracia parecía que la igualdad por fin se iba poco instalando en aquello conocido como estado del bienestar, concepto de las ciencias políticas y económicas con el que se designa a un modelo general de un Estado que provee ciertos servicios y garantías sociales a la totalidad de habitantes de un país.
Pero repito, eran otros tiempos y, nosotros quizás, éramos demasiado jóvenes.
Y la juventud, esta bien recordarlo, siempre seguirá siendo ingenua buscando constantemente la manera de cambiar un mundo que ya tiene el ritmo demasiado estancado en la ambigüedad del querer parecer lo que nunca ha sido.
La sociedad, en general, se mueve al ritmo que marcan los compases de aquellos seres anónimos que marcan la evolución de los acontecimientos basándose única y exclusivamente en el sistema que mejor puede  actualmente disimular todos los errores del ser humano, el capitalismo.
Y es que, como débiles que somos, el enganche obsceno hacia la evolución constante de las propiedades materiales, nos hizo de repente olvidar leer la letra pequeña de un procedimiento fiscal que no es que nunca manejaremos, no, el mismo se encargara de hacerlo por nosotros pecadores.

Volvimos a seguir ganando amistosos en todos los ámbitos de las competiciones internacionales sin tener, ni siquiera, confianza en aspirar a unas simples semifinales.
Tan solo el oro olímpico nos hizo resurgir la vena más patria en el declive deportivo de un socialismo demasiado apoltronado en el poder.
Los acontecimientos lógicamente, volverían a cambiar.
Las sombras de la corrupción asomaban a una opinión pública demasiado precoz para ciertos menesteres y que intentaba seguir con su rutina laboral.
El bigote entonces aprovechó su momento para imponerse en los desfiles de una moda nacional necesitada de alternancia, elevando el españolismo a valores solo conocidos posteriormente por meritos deportivos.
Y, como por arte de magia, el progreso, el auge, la expansión, y todo aquello relacionado con los cojones hispanos nos convirtieron de repente en una de las primeras potencias mundiales alternando desayunos con los jefes de un mundo desigual.
Desconocíamos de aquella el precio pactado por tal magnánima posición y nos centramos, seguimos siendo débiles, en hinchar las huchas de nuestra novedosa economía emergente.
El mundo nos miraba con admiración y nosotros, orgullosos como somos, pasábamos los días mirándonos en el espejo.
Pero, insisto, todo tiene un precio compañeros.
Quizás fue la decimoséptima ocasión, quizás la cuadragésimo novena vez que un dirigente perdía de nuevo el norte enfrascado en asuntos de Estado que le superaban con creces por acercarse demasiado a una delgada línea roja que iba del tedio a la pasión obscena del paleto ignorante que se acerca demasiado al embaucador culto que se aprovecha de la situación y lo lleva a territorios inhóspitos donde ya no existe la marcha atrás.
Y de repente, sin comerlo ni beberlo, nos vemos involucrados en un conflicto demasiado alejado de nuestras pequeñas perspectivas geográficas como para entender nada de lo que pasaba a nuestro alrededor.
Nunca una decisión personal puede llevar el sello de una nación que en su gran mayoría opinaba lo contrario, razón suficiente para perder el rédito electoral que se había conseguido urbanizando el suelo de este país.
Y llegó el profeta de las causas perdidas para apuntalar más el desasosiego de la población en los cargos públicos que representaban, representan, el devenir político de unos gobiernos más interesados en el partidismo absurdo cerrado a cal y canto que el mucha veces mencionado por los hipócritas congresistas, bien común.

Pasar del bigote a las cejas era una manera profética de saber que las cosas se estaban empezando a hacer por el tejado.

Refugiados como estábamos en las carteras llenas, dejamos, TODOS, avanzar lentamente a los estamentos a grados de degradación casi imposibles de corregir hoy en día.

Y de repente….
 ZAS!!!! En toda la boca.

Ya daba igual que lo ocultaran, daba igual que lo denominaran de cualquier manera apta para todos los públicos, daba lo mismo que unos y otros se echaran los trastos en la cabeza; la CRISIS venía dispuesta a acabar con el de siempre.

Y es entonces, en el lado oscuro, cuando la mierda se ve con mayor nitidez que nunca.
Pero, coño, ganamos la Eurocopa.
"Y España entera salio de borrachera"

Y los responsables máximos de la ruina de este país, porque no olvidemos que han fallado todos de manera estrepitosa, se escondían en la alegría de un colectivo necesitado de triunfos haciéndose la fotografía típica para pasar a la posteridad ocultando, ocultándonos que los problemas reales poco tenían que ver con lo recogido en los titulares insulsos de unos medios de comunicación corrompidos por el poder.

Mientras nos preparábamos para la Copa del Mundo esperanzados con repetir el triunfo anterior, los diecisiete reinos de Taifas especulaban en el mercado de valores de la independencia estatal para, en algunos casos, promover a barones de partidos adictos al egocentrismo típico y tópico de la tozudez autonómica.

Tan solo un joven de Fuentealbilla rompió en parte la división creada por la ley del yo tengo más que tú.
Y por supuesto," España entera….

Y lógicamente el gobierno volvió a cambiar de modo pero no de forma contándonos cuentos sin final feliz para atemorizar, más si cabe, a todos aquellos pequeños ahorradores que empezaban a ver las barbas de su vecino pelar.
Pero ya empezaba a ser tarde para todos aquellos cargos públicos que hasta entonces jamás se había preocupado de la imagen pública que pudieran dar.
Uno de los mayores errores que los gobernantes han cometido ha sido menospreciar al populacho, un colectivo demasiado inquieto y lo suficientemente preparado como para no confundir las churras con las merinas y exigir a sus representantes cumplir con la obligación de presentar soluciones a los problemas que se demandan.
Por fortuna, los colectivos independientes han empezado a resaltar en la escena política y pública española desestabilizando el anacronismo camarilla de unos mandatarios poco acostumbrados al no partidismo de las protestas.

Hemos vuelto a ganar la Eurocopa y, sí, somos el primer y único país en lograr semejante hazaña.
Os digo de verdad que es impresionante la generación de futbolistas que campan por el ancho de nuestro reino.

Hablando del Reino, y sinceramente lo digo sin acritud, quizás no era este el mejor momento para sacar los trapos sucios de una familia Real que se descompone entre cuñados, elefantes y tiros.
Supongo que es parte del proceso de descomposición de una democracia joven y confiada por la incompetencia de unos legisladores ciegos y sordos que no se acercan a la ciénaga de la jodida cruel realidad.
Y, opinión personal, es ahí donde radica el problema quedándonos por tanto dos opciones:
- Volvamos a empezar de cero reinventando las instituciones de forma y manera que los poderes legislativos se adapten a la realidad actual (una vez se hizo).
- O que sea lo que Dios quiera porque estamos hasta los huevos de que siempre paguen justos por pecadores.