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jueves, 25 de julio de 2013

"SIETE DIAS DE LUTO"

Al despertarme, esta noche de verano, después de intuir el sonido de la lluvia golpear en la ventana descubrí, muy a mi pesar, que ni siquiera había podido conciliar el sueño en esas horas en las que el sol empieza asomarse en el lateral de un cielo enmarcado en los bordes de los edificios que forman, con religiosa geometría, la enmarcación del paraíso que hace mi patio interior sin vistas al Edén.

Pronto me percaté de que ni siquiera esta era una buena madrugada para intentar solucionar el mundo sentado frente a un ordenador viejo y desgastado en el que las palabras se resisten a salir de un alma mortecina que ha ocupado la noche en digerir la actualidad.

Las noticias llegaban envueltas en el desasosiego de saber que lo peor es la parte más intuitiva de un ser humano dispuesto a evitar las desgracias ajenas que anunciaban el final del día festivo.

Y es que ni si quiera una gota se había despistado para caer en el suelo de un Madrid ausente.

Hoy las redes sociales, tan dispuestas en otros momentos a criticar irónicamente la coyuntura de los acontecimientos, lloraban al unísono desde la prudencia de ir, lentamente, conociendo el desenlace de la tragedia acontecida a los pies del apóstol que guía el camino de los fieles de todo un universo creyente.

Y me he imaginado a mi mismo sentado en cualquier vagón mirando al paisaje mientras escucho por los auriculares cualquier canción de los "Doors" esperando tranquilamente la llegada a la estación de una ciudad vestida de gala para recibirme, para recibirnos a los cientos, miles de corazones que elegimos ese destino que nos espera entre la satisfacción de lo lúdico, la pasión de lo místico y la seriedad de lo histórico que nos tiene que ofrecer.

Pero la orquesta no tocó esa noche.

Y dicen que fue después de atravesar un túnel y que después del estruendo todo se quedo en un confuso silencio.
También dicen que solo cuando estas metido en la más profunda oscuridad es cuando, de nuevo, vuelves a ver la luz.
Y con la luz llegaron los primeros gritos desgarradores pidiendo auxilio.

Una vez escuche que la vida es un viaje en tren; que desde la partida vamos dejando cosas en los embarques, se bajan unos y se suben otros al compas del sonido característico de aquel convoy que se desliza irremediablemente hacia un destino final que no siempre hemos elegido y donde a veces no te cercioras, no tienes porque hacerlo, de que la vida va pasando delante de ti.

Hoy lloro a los que se han quedado en el trayecto y sufro por aquellos que siguen esperando en el andén envueltos en la incertidumbre de seguir creyendo en la esperanza del retraso.
Me imagino decenas de móviles sonando sin respuesta con distintas melodías en aquel silencio sepulcral que anuncia el fin de la cobertura.
Nos han preparado para casi todo menos para no sufrir ante los posibles desenlaces de una vida demasiado alejada de la cruel realidad con la que todos nos tenemos que enfrentar.

El infortunio se difuminó en una noche estrellada para dar paso a todos los trámites burocráticos que acompañan a cualquier desastre rememorándonos de nuevo la vulnerabilidad de unas existencias efímeras y documentadas con las que certificar la tragedia.

(Y aparecieron gobernadores, alcaldes, ingenieros….)

Pero en ese tren viajaban demasiadas emociones como para entender la crueldad de un sistema no preparado para los sentimientos.

Supongo que al amanecer todo será más duro.

Es quizás esa vulnerabilidad que mencionaba antes la que también nos hace sacer lo mejor de una individualidad que de repente se convierte en solidaridad para entregarse, sin concesiones, a la colaboración más desinteresada por ese prójimo que lo está pasando mal, demostrándonos, una vez más, que todavía nos queda algo de abnegación en las entrañas.
Lo triste es que solo nos damos cuenta cuando nos sentimos desvalidos por la cercanía de un nuevo suceso que ocupara titulares en una jornada para olvidar.

La sociedad, a diferencia de las instituciones, saca lo mejor de sí misma cuando las dificultades aprietan.

Hoy más que nunca estamos todos allí a la salida de esa curva que delimita la línea que separa y junta a la vida y la muerte en décimas de segundo.

Debería, toda esta frustración, servirnos para reflexionar sobre quien somos y a donde vamos ya que muchas veces el camino elegido no tiene nada que ver con aquel planificado días atrás.

Decía Jim Morrison que el amor no te libra de tu destino, yo solo puedo procesar esa pasión por esas gentes y ese pueblo que hoy se sumerge en las tinieblas de la desgracia desde la cercanía de mi corazón.

Todos viajábamos, de una manera u otra, en ese tren que iba para el norte.

Todos sufrimos hoy el infortunio de no saber que pasara mañana.

jueves, 27 de junio de 2013

"MIRADAS"



Cuál sería la definición exacta de una situación actual que por un lado es inquieta, por otro insostenible y por aquello de las energías más o menos renovables pudiera ser a su vez esperanzadora.
Supongo que la expresión más cercana al límite de un posible desamparo sería aquella de la desubicación que embarga casi a diario todos los planes de futuro de una generación acomodada en las formas y en los modos que otros, probablemente gentes de bien con la misma intransigencia, dictaron ante los medios en aquellos momentos ya olvidados en los que la orientación y la dirección poco tenían que ver.
Al pasear por la calles embadurnadas de humo en las que muchas jornadas me dejo caer, observo en el general de una visión introspectiva las mismas miradas de siempre caminar en silencio con la distinta percepción de un horizonte cercano y aparentemente similar a uno de aquellos con los que, no hace demasiado tiempo atrás, consiguieron alternar en modo avión en el periodo en que los móviles no alteraban las comunicaciones de cualquier punto de vista en una perspectiva determinada.
Eran tiempos en los que la concurrencia sonreía al caminar sin ese brillo característico de la preocupación que hoy se distingue entre las sombras que las pestañas depositan en las corneas de la desesperación.

Sí, recuerdo la música de las orquestas en las fiestas de barrio pobre anunciando la llegada de otro verano prometedor donde el único objetivo asumible era comprender el destino estival del descanso eterno en las costas mediterráneas. Largas jornadas al sol de la felicidad de saberse emancipado de las obligaciones contractuales que embadurnaban la nómina de todo una año de servidumbre a aquella patria, recapitulemos, que todavía no sabía lo que era ganar un campeonato del mundo de fútbol.
Se respiraba, por decirlo de alguna manera, un  espíritu dispar al que hoy presencio en el colectivo frente a una hoguera de San Juan en la que ya no quedan demasiadas cosas que quemar y son tan solo los restos de  hollín los que nos muestran simplemente la presencia de el sol en el trópico de un Cáncer despiadado y sádico en el solsticio de la felicidad.
Y es que aquí, en el hemisferio boreal, las cosas ya no son lo que parecían ser.

La lógica nos lleva a entender que la noche más corta del año no debería servir para soñar.

EL grado de incredulidad de un colectivo estancado en estos regímenes dictados a sangre y fuego por los estamentos socio económicos en los que nos encontramos, nos lleva a resaltar el importante aumento de esa malaventuranza a la que todos temen y en la que estamos depositando las pocas esperanzas de un futuro incierto condicionando, condicionándonos, a cambiar los objetivos sufridos por los que hasta ahora decidimos luchar para, no me digas la razón, delegar de nuevo en intereses creados para manejar a su antojo a una sociedad confusa y recelosa por evitar aquello que nos contaron de un pasado no demasiado alejado de la realidad a la que hoy nos enfrentamos y en el que la miseria, en todas sus formas, promulgaba las maneras de vivir de una generación que sacrifico su bienestar por el de unos descendientes que, en algunos casos, confundieron equidad con egoísmo dentro de la ignorancia propia de aquellos que se establecieron en la comodidad de tener, teóricamente, una vida resuelta con la ley de un mínimo esfuerzo conseguido con promesas electorales descabelladas en la que todos creyeron.

Y la mirada dicen, es el espejo del alma.

La decepción, en este consorcio que conocemos como sociedad, es demasiado habitual como para percatarnos de lo inconsistente que puede resultar la lógica de lo improductivo en un mundo global cada vez más individualista en todos los conceptos deseables, tanto a nivel general como particular, llevándonos en picado a un camino sin retorno del que, mucho me temo, no sabremos salir.

Las falacias, respaldadas por unos medios de comunicación destinados a generar beneficios, forman parte del aparato de un sistema enfocado única y exclusivamente a incrementar la desigualdad social de una humanidad que se desarma al compás de la ambición por el ansiado "Poder" de las maniobras orquestales en la oscuridad.

Y es la confianza el precio que estamos pagando por nuestros pecados.

Pero no nos confundamos, a pesar de ser lo suficientemente conscientes de que la maldad es potestad única y exclusivamente del ser humano (sigo confiando en que son los menos) también sabemos que el tipo más perverso de la tierra es capaz de llorar como una magdalena por la muerte de su animal de compañía.

Es muy difícil, decía un tal Sir Francis Bacon, hacer compatibles la política y la moral. Supongo que habrá excepciones y supongo que la vida parlamentaria de los aparcados en la singularidad habrá sido efímera, no lo sé.
Pero en un universo donde una vida vale menos que otra uno se percata de que en las grandes cosas los hombres se muestran como les conviene mostrarse mientras que en las pequeñas se muestran tal y como son. 

Y es en ese petit comité donde ves a tus vecinos caminar por las calles que rodean tu portal para entender que ciertas "grandes cosas" no están a la altura de unos cuantos y que la verdad, como la esencia, viene en frascos pequeños.

Pero a vísperas de un verano irregular en lo que a lo climatológicamente normal entendemos, no quisiera acabar de forma tan negativa una crónica que aunque no niega una evidencia, si debería intentar optimizar todo en cuestión de la voluntad que es la única capaz de mover montañas.
Y a ella me remito para seguir teniendo fe en la esperanza de una gran mayoría que vive y deja vivir.
Saquemos las conclusiones positivas que debemos poner encima de la mesa.

Y repito, quizás los ojos son los que nunca mienten al mirar de frente.

Permítanme homenajear, cambiando de tema, a una de las mejores series televisivas que he podido disfrutar en estos últimos tiempos y cerremos el “post” con uno de esos temas que nos hacen ver el lado optimista de las cosas.
La canción es de “Journey” y se titula “Don´t stop believin’” y para despistados es el tema de la escena final de “Los soprano” como homenaje a su desaparecido protagonista.



Cierro con dos miradas elegidas ante notario al azar.

-Esta semana se ha muerto el actor James Gandolfini más conocido como Tony Soprano en la serie de ficción del mismo nombre.
SI algo puedo destacar de su trabajo y de la construcción de ese personaje que nos maravillo a todos es exactamente eso, su mirada. Un tipo soez, que como a diferencia del Padrino son todos los gánsteres de la producción, fue capaz de encandilarnos gracias la empatía que desprendía un personaje nada convencional y demasiado alejado de unos parámetros lo suficientemente morales como para entender esa predilección por lo más indecoroso de la serie.
Gran trabajo y una gran pérdida.

- La solemne frialdad de una expresión visual en la que no se distingue nada dentro y en la que ese vacío hace temer al personaje, hace que vea en José Bretón toda esa maldad enrabiateda de aquél que aunque habita en este mundo, no pertenece a él.
Escalofriantes estampas de un juicio en el que la realidad supera con creces ficción alguna.

sábado, 4 de mayo de 2013

"FALACIAS"


De pequeño, agarrado del brazo de mis padres, en uno de esos aburridos paseos a eso de las siete de la tarde por el centro de la ciudad cuando yo no era más que un renacuajo, me encantaba mirar al cielo con los ojos cerrados para, de repente, abrirlos y ver aquella manada de estorninos girar a bandazos haciendo imposibles formas oscuras en aquel universo distorsionado del que yo era un espectador privilegiado.
Después, cuando volvía a la tierra, todo aquel baile escénico se quedaba resumido a la típica explicación teórica con la que enfrentarte en soledad en aquel pupitre amarillo verdoso donde organizabas tu existencia infantil bajo la tutela del tutor de aquel colegio público en el que los cuentos, por desgracia, se quedaban a las puertas aquellas que describió Bob Dylan en alguno de sus momentos de inspiración.
Aquella libertad, la de los pájaros, te transportaba astralmente a lugares desconocidos dentro de las limitaciones de una imaginación lo suficientemente desbordada como para mantenerla en calma y en la que el desplazamiento geográfico era simplemente una virtud en la que tú, en un pequeño mundo protegido,  nunca estabas invitado.

Hoy, quizás por las prisas, se me olvida bastante a menudo mirar al firmamento intentando (sin conseguir) cerciorarme que aquella emancipación de las aves de ciudad eran, solamente, maniobras irregulares sin ningún fin importante relacionado con alguna clase de nomadismo al continuar, actualmente, creyendo firmemente en la inteligencia animal.

Y es que la migración siempre está marcada por su estacionalidad anual ya que su ventaja primaria no deja de ser energética:
(…los días más largos de verano en el norte proveen mayores oportunidades a las aves en reproducción de alimentar a sus polluelos. La extensión de las horas del día les permite a las aves diurnas producir nidadas más grandes que las especies emparentadas no migratorias que permanecen en los trópicos todo el año para, regresar, a medida que los días se acortan en otoño a donde el suministro de alimento disponible varía poco con la estación…)

Probablemente uno más de esos ejemplos de supervivencia que tenemos al lado nuestro y al que no prestamos atención hasta que no vemos las barbas de nuestro vecino quemar.

Pero no nos equivoquemos queridos ecologistas, el desplazamiento geográfico de individuos o grupos por causas económicas o sociales también se considera migración en la definición del diccionario de turno y, actualmente por desgracia, parece que se está poniendo de moda en un país como el nuestro.

Si nos damos cuenta, el desplazamiento temporal es una actividad practicada con nocturnidad y alevosía en los pequeños círculos urbanos de las relaciones sociales al distanciarse los valores básicos de la evolución individual de cada personaje.
Hay conductas que dejan paso a otro tipo de satisfacciones y responsabilidades marcadas por un sistema que nos dicta una máxima teórica a la que agarrarse y en la que no todos cabemos.
Eso produce un distanciamiento de las afinidades que una vez estuvieron igualadas para, como siempre, perder la silueta de aquél que fue cercano entre las sombras chinescas de una existencia moral.

La línea divisoria que va del tedio a la razón es lo suficientemente frágil como para tener que elegir entre el olvido y la memoria.

Las circunstancias actuales, interesantemente, están cambiando este concepto al descomponer la estrategia marcada anteriormente cuando el milagro de los panes y los peces existía cada día y las expectativas eran siempre mayores que el deseo aquel de seguir soñando.
Las dificultades vuelven de nuevo a obligarnos a mirar al horizonte de manera diferente acercándonos otra vez a algo parecido a la igualdad para el común de unos mortales que solo han estado en la tribuna de invitados.

Otros, los del palco, siguen resistiéndose a salir de la zona V.I.P. observando a la plebe desde la frustración de no sentirse importantes.

Pero, queridos camaradas, todo concepto cambia al disponer de un enemigo común y necesitar, de nuevo, la compañía extraña que una vez se dejo atrás para seguir “progresando”.

Si algún merito doy a la clase dirigente reinante en este momento es exactamente esa, la de conseguir unir a todo un colectivo contra unas medidas que cada día más dividen a toda una comunidad que no es tan diferente como se pensaba.

No en vano la política es el arte de obtener dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros.
Y es que cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje.

Por eso, ahora que la migración la están ejerciendo los miles y miles de jóvenes preparados que tiene que abandonar todo buscando una oportunidad, parémonos a reflexionar sobre quienes somos, a donde vamos y de donde venimos.

George Orwell decía que en un mundo de mentiras, decir la verdad es algo realmente revolucionario.

Venimos y vivimos de las mentiras que nos hemos querido creer para enfatizar los sentimientos de supervivencia aquellos en los que la ilusión de la equidad reinaban por los poros de todo aquel ser humano que tuviera corazón.

Benditas mentiras.
Benditos bastardos.

martes, 23 de abril de 2013

"SOUVENIR"


Recuerdo aquellos televisores de juguete, pequeños y de plástico en los que con cada clic, por un visor, veías famosas estampas del emplazamiento donde, en el mercadillo de turno, habías comprado tan original souvenir de recuerdo de alguno de esos viajes a lo más profundo de aquella España rural y campesina que sonreía despreocupada esperanzada por el auge de aquel turismo patrio.

 Imágenes que reflejaban los más bonitos parajes del lugar desde perspectivas fílmicas que exageraban la belleza de aquel contexto introduciendo, en aquel especial carrete, escenas populares de las fiestas religiosas que llenaban de orgullo y satisfacción a todos esos individuos autóctonos que, como anfitriones, sacaban a la luz de aquel sol primaveral sus mejores galas de domingo de resurrección.

Mientras, los turistas, inmortalizaban todas las esquinas de todas las calles del pueblo con unas cámaras de fotos de antiquísima generación que necesitaban ser reveladas posteriormente para presumir, ya en la ciudad, de las aventuras de los viajes al fin del mundo con los que satisfacían su ego de trotamundos urbanos.

Fueron probablemente dos “españas” no tan diferentes a lo que en principio pudieran parecer. 

Era por otra parte, una época bonita en la que los “recuerdos de…” abundaban encima de la televisión con ocho canales y dos cadenas o la mesa camilla con brasero escondido en los bajos oscuros de un salón demasiado estancado en el “rococó” de la infinidad de adornos (regalos de bodas, retratos familiares, toreros de pega, barbies folclóricas, toros con bandera patria, ceniceros de mil formas y colores, centros de mesa…) que embadurnaban la visión obscena de el centro de reunión de cualquier hogar en el que pasar el polvo era un reto increíble tan solo reservado a verdaderas especialistas en el noble arte del plumero.

Aquella me visión me trae a la cabeza recuerdos agridulces de una época que recuerdo entre las sombras propias de la clandestinidad de aquél niño que admiraba las casas americanas que nos mostraban las series que invadían la programación  de la primera cadena y que, valga el ejemplo, estaban los suficientemente lejanas como para soñar con ellas.

Recuerdo también un cierto olor casposo que invadía los hogares más conservadores de generaciones ya demasiado mayores como para enfrentarse a la modernidad de una sociedad que se estaba remozando a perspectivas diferentes en una nueva comunidad que se empezaba a rejuvenecer, olvidando, olvidándose, de todo aquello vetusto que acompañaba su caminar por la vida.

Los tiempos estaban cambiando y todo transcurría lo suficientemente rápido como para acordarse del ayer.

Hoy, en el siglo veintiuno, las cosas retro incluso tienen su gracieta para los amantes de lo extraño que, como ya no saben que inventar, le dan la suficiente relevancia como para aprovecharse de los recuerdos en el codicioso mundo de las modas intranscendentes.

Pero, hoy, revisando las noticias en televisión, he visto a ciertos personajes envueltos en las tramas de un juicio por blanqueo de capital derivado en el caso Malaya y he asumido que la España actual no se ha distanciado tanto de aquella de Camilo Sesto  y su Jesucristo Superestar.

El esperpéntico juicio mediático de unos personajillos que hace tiempo posaban a sus anchas en todos los canales en los programas esos conocidos como del corazón, me ha demostrado que seguimos siendo un país de pandereta.
Tipos que disfrutaron de demasiados minutos de gloria con los que Andy Warhol definió aquello de lo efímero y que se pavoneaban bajo los focos de las cámaras haciéndonos ver que eran gentes de bien que alternaban en las zonas vips de los mejores reservados de la costa del sol occidental en las orillas de un Mediterráneo, hay que decirlo, prostituido por el calor de la codicia del dinero negro y que fue pan para hoy y hambre para mañana.
Y es que ese capital salio de unas arcas públicas de una demografia que creyó en la utopía de unas gentes que gobernaron a nivel local sin más interés que el suyo propio y que, esto es lo más grave, lo consiguieron siendo elegidos democráticamente por una ciudadanía que se tragó la historia de los panes y los peces en aquel paraíso artificial.

El problema es que los fulanos se creyeron las mentiras que contaban mientras de repente se estancaban atrapados por tener que responder en la vida con aquello, que creían, tenían preparado y que no supieron contestar para brindarnos uno de los espectáculos más lamentables de los que yo puedo recordar.
Un ex alcalde, una ex mujer despechada y una folclórica menopáusica demostraron al mundo que no es lo mismo ser que estar.
Minutos y minutos de televisión en “prime time” para demostrarnos que seguimos teniendo el toro encima de la tele y que pasamos de la expresión de ¡guapos! a la de ¡chorizos! en cuestión de segundos sin saber, o entender, que el espíritu local de un reino distorsionado en lo que a la corrupción se refiere no entiende de reglas básicas para diferenciar a un ladrón de un famoso del que solo por su situación dispondrá de un juicio paralelo.

Lo más triste de todo es que la costumbre, a pesar del momento y de la sensibilidad común en esta época, nos hará ignorar que estos gilipoyas se pasearon altivamente por todos los programas intentando demostrarnos como funciona el mundo surrealista que se inventaron como personajes y del que fueron víctimas, todo hay que decirlo, con la complicidad de un populacho encantado con los dramas alternativos de los protagonistas de los espacios de mayor audiencia de las cadenas generalistas que se hacen millonarias gracias a la basura mediática de gentes imbéciles que incluso desconocen que el anonimato podría ser su mejor virtud.

Así que muchos deberían reflexionar sobre su código de conducta al reflexionar sobre los hechos expuestos en sentencias de las que todos, en parte, somos más culpables de lo que podemos imaginar al haber, por ejemplo, agotado revistas con portadas lamentables en la que ellos eran los protagonistas de un circo tristemente lamentable sacado de cualquier película de Fellini.

No nos rasguemos por tanto las vestiduras al observar las miserias ajenas de los saqueadores sacados de aquel pueblo rural en el que te vendían aquellos souvenirs de plástico.

Todos podemos caer en la tentación de volver al pasado.

viernes, 19 de abril de 2013

"RESET"


“Algunas noches vivo y otras noches la vida se me va con lo que escribo” decía Sabina en aquella desesperada canción del disco “Hotel dulce hotel” de hace ya demasiados años como para acordarte, disco, por cierto, que descubrí en aquellas interminables travesías que iban desde tu ciudad cantábrica al levante mediterráneo en busca de un sol veraniego y que, por supuesto, estaba grabado en una cinta, que como todas, una vez fue virgen.
Aquellos viajes familiares organizados por unos progenitores necesitados de playa, se sucedían en pequeñas escalas medianamente planificadas en las diez horas de un trayecto en el que en algún momento te tenías que detener a mear.
Luego, al llegar, la piscina era la meta de aquel especial maratón de todos los veranos y del que esperabas, más yo en plena adolescencia decadente, salir por la puerta grande en lo que a conquistas se refiere.

Pero no nos engañemos, la única invasión válida en mi territorio y que ocupó un bonito tiempo de aquella época estival fue aquel cuaderno de vacaciones Santillana que embadurnaba a la hora en la que los madrileños ejercían el derecho de la siesta.

Ahora, desde la perspectiva que te dan los años, echo de menos en parte aquella preocupación máxima por hacer los deberes para, no nos engañemos, poder salir a intentar vencer a una timidez que con los años se fue diluyendo hasta límites insospechados bajo la banda sonora de aquel tipo que me descubrió otra forma de ver las cosas.

Y es que el flaco (Joaquín Sabina) empezó a merodear por mis hemisferios polares para convertirme en un aspirante a canalla desde la inocencia de aquél que no sabía hacer la O con un canuto en lo que a las mujeres se refiere.

Y crecimos, vaya si crecimos.

Actualmente, en estos tiempos más de guerra que de paz, los valores y sobretodo las ilusiones, se han ido distorsionando hasta hacernos cautivos de un mal endémico de un país que parece haberse olvidado de la máxima aquella de la felicidad.

Hoy, la sociedad, es un monstruo grande que devora todo lo que se pone a su paso y nos despierta de aquel sueño de juventud que probablemente mejor expresaba el ideal de la satisfacción y del que, actualmente, solo tenemos recuerdos con olor a protector solar.

Y es cierto que hay noches que la vida se me va con lo que escribo, o con lo que leo, o con lo veo en las noticias.

Hoy, veo como el mundo se desmorona a mi alrededor.

No son tiempos para gentes iluminadas que como yo queremos seguir soñando y creyendo en un prójimo cada vez más alejado de la idea romántica de la cordialidad que una vez me intentaron inculcar en clase de ética en un colegio público que también daba religión.

Un planeta, como este, lo suficientemente global como para abarcar soluciones de tipo afable, se ha convertido prácticamente en todo lo contrarío al exigir a sus habitantes distintos grados de individualidad respaldados en la supervivencia que origina la desigualdad de una clases sociales demasiado alejadas y preocupadas única y exclusivamente en lo suyo bajo la tutela indignante de unos poderes que se limitan a mirar hacia el otro lado.

Cualquier obra dramática cuya acción presenta conflictos de apariencia fatal y que mueve a la compasión y el espanto, tiene como fin considerar el enigma del destino humano en el que la pugna entre la libertad y la necesidad termina generalmente en un desenlace funesto.

Sí señores, esta es la definición de tragedia.

A veces me pregunto la razón de porqué no hemos aprendido algo de los errores del pasado.

Y a los mandatarios les dejo estas letras de una canción de Sabina para que no se olviden de que es tiempo de cambio.

Gulliver (J. Sabina)

Un día los enanos se rebelarán contra Gulliver.

Todos los hombres de corazón diminuto
armados con palos y con hoces
asaltaran al único gigante
con sus pequeños rencores,
con su bilis, con su rabia de enanos afeitados y miopes

Pobre de ti, Gulliver, pobre de ti
el día que todos los enanos
unan sus herramientas y su odio,
sus costumbres, sus vicios, sus carteras, sus horarios…
no podrán perdonarte que seas alto.

Para ellos la generosidad no es más que un lujo que no pueden pagarse,
viven alimentados por la envidia que los habita en forma de costumbre…

Es tiempo de RESET

jueves, 4 de abril de 2013

"DE AQUELLO DE LOS PROVERBIOS Y LOS REFRANES"


Decían aquello de que en abril, aguas mil, en uno de aquellos refranes míticos que han ido pasando de generación en degeneración desde los tiempos aquellos en que nuestra España estaba inmersa en una durísima larga postguerra donde, lógicamente, la pobreza, el hambre y el analfabetismo eran los símbolos estéticos de un país demasiado alejado de la realidad actual.

¿O no?

La sabiduría popular siempre se ha destacado por la sencillez y el acierto de todas aquellas teorías salidas desde la observación rutinaria de aquellos individuos e individuas que sobrevivían de sol a sol en circunstancias generalmente adversas y de las que todas las generaciones posteriores deberíamos sentirnos orgullosos.

Tal día como hoy, el cuatro de abril de mil novecientos setenta y tres, se inauguraba en Nueva York el complejo de edificios del World Trade Center, encarnación simbólica del poder de un sistema capitalista de un planeta que empezaba a mirar hacia un futuro más global y moderno.
Una humanidad que quería olvidar los desenlaces dramáticos de un siglo envuelto en conflictos lamentables a nivel mundial y que de aquella vivía todavía bajo la amenaza real de una contienda silenciosa y fría que alteraría de forma demasiado sobrecogedora la futura paz mundial de una sociedad que salía de la depresión frustrante del final de los años del amor libre y de la protesta ruidosa de aquellos activistas que imaginaron un mundo mejor.

Las torres se erigieron imponentes en la parte financiera de la metrópoli anunciando el cambio de ciclo de unos territorios oficialmente desarrollados pero que en cambio llevaban lustros autodestruyéndose entre ellos de manera, como mínimo, lamentable, desmontando la tesis de ese posible adelanto respecto a otros territorios más anclados en el pasado.
Cuarenta años después (como pasa el tiempo), el mundo no solo no ha mejorado sino que cada vez se acerca demasiado a un Apocalipsis no deseado por nadie.

Las instituciones, empezando por la Organización de las Naciones Unidas, han demostrado su incompetencia en las lides más importantes que pudieran afectar al desarrollo mundial de un planeta cada vez más compungido.
El desarrollo ha sido desigual en las distintas partes de un sistema cada vez más desigual y las infraestructuras han dejado paso a los recortes que mayoritariamente han afectado al desarrollo social de las distintas comunidades que ayer miraban al horizonte con esperanza y hoy buscan resistir encerrados en el oscuro universo de las dudas existenciales.

No es casualidad que las torres gemelas hayan dejado de existir en una mañana soleada de un verano moribundo en pleno inicio de un milenio cada día más oscuro.

Y no es casualidad que los (presuntos) autores de tal atentado representaran la parte arcaica de un mundo demasiado superlativo como para entender cualquier clase de comparación lógica con las intenciones burocráticas que nos vendían en hoteles de cinco estrellas los dirigentes mundiales del poder y el exceso.

No es normal que en todos los países sigan existiendo rencillas de un pasado más o menos reciente para apuntalar posibles cismas futuros que solo sirven para aquello conocido como autodestrucción.
Es lamentable que todos los avances científicos o tecnológicos solo nos sirvan para incrementar las segmentaciones tribales de un ser humano que, ya desde hace tiempo, ha demostrado ser probablemente el animal menos inteligente de aquel paraíso soñado en las escrituras bíblicas.

Hoy miramos al mañana con la frustración propia de saber que no controlamos nuestro futuro ni el de los nuestros.
Nos enseñan banderas a las que agarrarnos, himnos antiguos que cantar en celebraciones y nos engañan con un patriotismo demasiado ilustrado en conceptos vetustos y añejos de los que ya no tenemos conciencia real para, inconscientemente, involucrarnos en las ideas y comodidades propias de los súbditos del gran poder.

El pueblo que no recuerda su historia esta condenado a repetirla dicen.

Lo que no nos cuentan es que son ellos (jefaturas, gobiernos, gobernaciones, administraciones…) los que ignoran esos refranes rurales que nos anuncian que mañana puede volver a salir el sol.

(Para Natalia por su ayuda)  

miércoles, 13 de marzo de 2013

"BORRASCA PONTIFICIA"


En estos días fríos y lluviosos que nos anuncian más antes que después la llegada de la primavera, la sede vacante del Vaticano celebra el Cónclave, la reunión del colegio cardenalicio que se celebra para elegir un nuevo Papa en la Capilla Sixtina.

Parece ser que los purpurados, durante el tiempo que dura la elección, podrán pasear por toda la Santa ciudad pero no se podrán comunicar con persona alguna del exterior ya que las deliberaciones serán absolutamente secretas.
No en vano el termino Cónclave procede del latín “cum clavis” (“bajo llave”) ya que las condiciones de reclusión y máximo aislamiento eran en el pasado bastante más radicales que en la actualidad con el fin de evitar intromisiones de ninguna clase.

Yo, como decía aquel, me encuentro más en la parte secular de cualquier divinidad que se precie y soy más bien poco amigo de ninguna clase de reclusión necesaria o innecesaria en cualquier plebiscito posible en el que tenga voz y voto para impulsar una alternativa.

Opino, desde el respeto más absoluto a las creencias de cualquiera, que toda la parafernalia de cualquier clase de celebración litúrgica es, como mínimo, lo suficientemente llamativa como para llamar la atención tanto de los súbditos como de los posibles incrédulos que observaran desde la lejanía emocional la conmemoración de, probablemente, el más importante acontecimiento de la Iglesia católica.

Pero como decía al principio de este escrito está el tiempo lo suficientemente desagradable como para entender que el invierno no nos quiere abandonar a pesar de las posibles elecciones celestiales que tengan lugar en suelo Santo.

Es lógico entender que sí hasta las jerarquías espirituales más conocidas se politizan, como no lo van a hacer sus líderes una vez elegidos.

Nadie es lo suficientemente importante como para cuestionar la convicción ideológica de él de al lado ya que las creencias de cada uno son lo suficientemente íntimas como para no tener que compartirlas evitando, en algunos casos, conflictos emocionales que puedan alterar la paz interior de la doctrina que cualquier pecador pueda amaestrar en una sociedad necesitada de “milagros”.

(Y es que la fe mueve montañas, dicen).

Pero es también por ese motivo por el que los menos dogmáticos dudamos de la arbitrariedad de cualquier pastor supremo para jugar con esos sentimientos de un colectivo necesitado de líderes emocionales, dóciles miembros sumisos de cualquier congregación con convicciones basadas en un mensaje de esperanza y humanidad.

(Demasiados sentimientos a flor de piel que manejar).

Y es que somos los primeros en ser conscientes de las imperfecciones de un ser humano que durante la historia nos ha demostrado la abismal distancia que separa lo divino de la parte más carnal de las almas terrenales, corazones que se han enzarzados en infinidad de conflictos bélicos por culpa de las distintas creencias con las que convivir en un lugar llamado mundo.

La buena voluntad de las instituciones es una mera formalidad burocrática que a diferencia de la humana se demuestra en las palabras escritas y no en los hechos.
Palabras que crean frases que a su vez se transforman en preceptos caducos al existir desde los tiempos inmemoriales de unas sociedades extinguidas ya en el olvido y de las que poco tenemos que ver en una sociedad actual que ya no depende exclusivamente de la potestad de un colectivo que utilizo su autoridad como divina apropiándose, en exclusividad, del derecho a formar a una humanidad analfabeta a la que poder utilizar a su antojo.

La buena voluntad jamás ha tenido uniforme.

Aquel profeta al que los despiadados creyentes crucificaron, nunca imagino el imperio que empezó aquél que le negó tres veces.  

La ambigüedad de lo místico es lo suficientemente irracional como para entender la pasión desorbitada de los fieles más entusiastas que hacen del fanatismo su visión global de una ideología peligrosa cuando se acerca al extremismo.

Pero ni son malos todos los que están ni son buenos los que son.

Hoy, en este día desagradable y polar del mes de Marzo, un jesuita argentino se ha convertido en el Sumo Pontífice y lider espiritual de la Iglesia Católica.

Normal, dicen por ahí que Messi es Dios. 

jueves, 7 de marzo de 2013

"EL GRAN LEBOWSKY" (Quince años de un clásico)


No recuerdo con exactitud cuando, supongo que fue en uno de aquellos momentos de mágicos en los que de repente descubres, sin querer, esa obra de arte que, posiblemente por una historia más o menos contextual pasa a formar parte de tus vivencias juveniles en las que influenciado por el criterio y la sapiencia de alguien más experimentado, descubres posibles afinidades y conexiones con un personaje de ficción del que, hasta entonces, solo te habían hablado desde lejos.

Y la lejanía, termino lo suficientemente ausente como para desconocer las posibles cualidades comunes que pueden tener dos extremos, hace además que lo descubras envuelto en el gozo obsceno de la novedad más absoluta para, como en este caso, caer rendido a la magia abrupta de lo que a partir de ahora será en tu universo la definición perfecta de héroe, exposición que “el forastero”, personaje que nos introducirá en este cuento urbano, nos expondrá con una pregunta:

-¿Qué es un héroe?-

La película es probablemente una ironía en sí misma al presentarnos a los personajes como algo que no son y todo lo que ocurre en el metraje es un cúmulo de acontecimientos que nos irán acercando a la verdadera realidad común y mortal de todos nosotros en un final intranscendente en los hechos pero no en las formas:

-Lebowsky, nuestro protagonista, a quien se atribuye una identidad importante dentro de la liga de bolos local, nunca en la película tira una pelota a los mismos.

-El verdadero Lebowsky , al que confunden con nuestra estrella,  no es tan rico como el pretende demostrar a los personajes y al espectador.

-Walter Sobchack, su mejor amigo, a pesar a su negativa a jugar a los bolos o no conducir en “Sabbath”, no es en realidad más judío que nadie al estar influenciado por su exmujer.

 -Los nihilistas amenazantes son en resumidas cuentas un grupo triste de actores porno alemanes e inadaptados.

Al final, el engaño de una época, como los noventa, engañosa, nos transporta directamente de la comedia descarada al la trama profunda, algo “Pulp” de una película absurda de cine negro.

Son por tanto, las técnicas narrativas literarias que utilizan los directores, una recapitulación de la literatura de Raymond Chandler, escritor de novela negra americano autor de “El Sueño eterno”, referencia para los hermanos Cohen a pesar del uso cómico que hace de las mismas y que se puede incluso distinguir en los personajes de la obra.
(El viejo Lebowsky en silla de ruedas, por ejemplo, recuerda al General Sternwood de la película de Howard Hawks basada en la novela anteriormente citada, el nombre de la criada de Bunny es el nombre de la mujer de Eddie Mars en la misma cinta.)

El engaño de todas maneras ya empezaría en la apertura de la cinta al utilizar en el relato en "off "que nos introduce en la historia todos los acentos típicos del “western” para disolverlos directamente en el primer plano general de la ciudad de los Ángeles.

Porque por encima de todo el filme es una historia urbana encerrada entre las calles polvorientas de la ciudad que mejor representa el arquetipo de la leyenda cinematográfica utilizando uno de sus personajes más significativos, el detective privado.

La ciudad y la fauna estrambótica que la puebla se convierten en el epicentro de una trama que mezcla, componiendo un collage, materiales de distintas épocas con hitos reconocidos de la reciente historia popular y cultural de los Estados Unidos.

Bien, pues a pesar de todos estos matices, si algo consiguen los realizadores con su producto es (con la degradación moral de sus personajes) encauzarnos en la comedia más disparatada de unos sujetos con los que, a lo mejor de una manera sutil, te encariñaras para ya atravesar el horizonte de un argumento que te llevará, como explicaba una líneas antes, a la más cruel normalidad después de disfrutar de los vaivenes de una montaña rusa lo suficientemente enloquecida como para sentirte cómplice y parte de las aventuras de los protagonistas.

Y es que ante todo es una historia de amistad y de los valores de la misma disfrazada de todo aquello que los genios de Minnesota consideren oportuno.

Hoy se cumplen quince años del estreno de esta pequeña obra de arte que con los años se ha ido transformando en película de culto para distintas generaciones que ignoran que en su estreno (el nivel estaba difícil al ser su trabajo posterior a otra obra de arte como puede ser “Fargo”) fue recibida fríamente por el público y los críticos.

El reparto, interpretes todos ellos que rozan la perfección, es quizás el mejor aliciente del éxito de la surrealista trama con la que nos brindan la oportunidad filosófica de valorar la aptitud de un hombre tranquilo.

Y vale, solo son datos, pero por ejemplo Philip Seymour Hoffman consigue cuatro nominaciones al oscar (una victoria), ninguno antes, al igual que las cuatro nominaciones posteriores que tiene Julianne Moore o las cuatro nominaciones siguientes que tiene Steve Bucesmi a los Globos de Oro.

Como comprenderéis la película no os la pienso contar.

La banda sonora es espectacular con una excepción, el disco contiene todas las canciones excepto la de los “Credence” (grupo favorito del protagonista) supongo que por una cuestión de derechos.

Y es que si al el “nota” le dan por el culo los “Eagles”, los Cohen nos introducen una versión latina y gitana de su éxito más comercial en el probablemente momento más freak de la historia y no por ello no menos grande.

“Y es que a veces hay un hombre, y me estoy refiriendo a el “nota”, que está en su momento y en su lugar:::”

Y eso sí es filosofía.




Los años, como al buen vino, le han hecho justicia.

viernes, 1 de marzo de 2013

"PEINETAS"


Según la Real Academia de la Lengua, la peineta es un peine convexo que usan las mujeres por adorno o para asegurar un peinado determinado.
Este ornamento femenino para el cabello consta de un cuerpo convexo y un conjunto de púas que se encajan sobre el moño tiene su origen en el siglo XIX (hay constancia de su uso miles de años antes), actualmente se sigue utilizando en celebraciones de carácter lúdicas o religiosas estilizando la figura de la mujer con el uso habitual del complemento de la mantilla.
La perdida de popularidad actual de ciertas prendas distinguidas en otras épocas, ha originado que ahora sirvan como seña de identidad patria en ocasiones puntuales (Semana Santa, corridas de toros, espectáculos tradicionales o de música flamenca y de copla) recordándonos aquel pasado cercano que no nos acaba de abandonar.

Personalmente opino que es positivo rememorar todo aquello que por una parte nos hace no olvidar nuestras costumbres y que por otra,  (tan importante o más) enaltece y engalana a esas damas, generalmente de buena posición, que se entregan placenteramente a la estética moderna de los clásicos animados que engrandecen las virtudes feministas de la celebración de turno.

Luego, como en todo, existe otra definición, probablemente más cercana, más popular a lo que actualmente se conoce como peineta y es esta de la fotografía.


Como se puede observar la peineta actual consiste en  levantar el dedo corazón con el puño cerrado en un gesto manual bastante ofensivo y obsceno que en definitiva ya de por si solo basta, en la sociedad contemporanea, para entender perfectamente el mensaje explícito que nos lanza la persona que nos dedica tal expresión.

Aquí si que no tengo fecha exacta para informaros la antigüedad de su uso pero, estaréis todos de acuerdo, es habitual en el contexto actual conocer perfectamente la expresión y su significado.

En este ejemplo en concreto podemos observar a un señor de mediana edad disparando el dedo en lo que parece, por el carrito que transporta, una terminal de un aeropuerto.

Observamos también un micrófono a su lado por lo entendemos que este individuo parece ser un personaje público que acaba de llegar, pongamos un ejemplo, de Canadá y se dispone a recoger sus enseres de viaje rodeado por un publico expectante que seguramente se ha percatado de su presencia.

La pregunta es:
El gesto obsceno se lo hace a la cámara que capta este instante o realmente se lo dedica a las gentes que detrás de él igual murmullan en alto algo público y conocido referente a su persona o trabajo al entender, desde un punto de vista humilde, que el caballero con canas es un celebridad en el país en el que acaba de aterrizar.

Vayamos un poco más allá.

Fijemos por un momento en la expresión de este tipo al que llamaremos por ejemplo Luis y observemos como se medio muerde los labios con los ojos completamente abiertos y las cejas marcadas remarcando la expresión gestual de su mano izquierda en el rostro de alguien al que su semblante dignifica respecto al populacho que lo critica.

Si hablamos de peinetas permitirme esta:

A diferencia de la anterior y a pesar de tener la boca cerrada, parece que se desdibuja una sonrisa en el rostro angelical de una diosa del mundo del celuloide con, hay que significarlo, el premio más importante del sector cinematográfico en su mano izquierda dejando, a diferencia de Luis, la mano derecha para obsequiarnos con su particular forma de celebrar un éxito.

Pero ahí voy yo.

No es imprescindible que se utilice este determinado guiño para la celebración de algo aunque siempre es significativo que el autor de tal aspaviento quiera, a su modo, darnos a entender algo determinado en la consecución de, en este caso, un triunfo absoluto.

Si observamos la imagen nos damos cuenta que a diferencia del individuo de arriba aquí la proyección de su mirada es personal y no global.
Es como si el gesto estuviera dedicado a alguien en exclusividad.

Y esa es la exclusividad que yo defiendo.

Las otras enterrémoslas en infinitas declaraciones en audiencias nacionales que al final tan solo sirven para exacerbar a cualquier colectivo de indignados que observan, desde la barrera que la policía levanta ante la frustración popular, como las formas y los modos condenan a los representantes populares que una vez, en una galaxia muy, muy lejana, fueron senadores por Cantabria aquejados de “jet lag”.

La descompesanción, diría yo, nunca fue horaria

sábado, 16 de febrero de 2013

"SEMANA BLANCA, DINERO NEGRO"


En la costa pacífica de Canadá existe una de las tres ciudades que en dos mil dos fueron consideradas como las mejores en calidad de vida de todo el planeta y también, todo hay que decirlo, una de la más caras, solo superada por Toronto en una lista de ciento cuarenta y cuatro ciudades del mundo y que en dos mil diez tuvo el honor de celebrar los juegos olímpicos y Paralímpicos de invierno.

No se si ya lo habías adivinado pero me estoy refiriendo, como no podía ser de otra manera a  Vancouver.

No tengo la suerte de conocer aquellos parajes del norte del enorme continente americano pero entiendo, no es difícil hacerlo, que debe ser una maravilla desconectar de la rutina actual de tu entorno y ciudad para renacer al otro lado del mundo.
Si a esto añadimos una afición desmesurada por el noble arte del esquí, estaremos hablando, palabras mayores, de la mayor expresión orgásmica de la disociación, por utilizar un término más o menos científico, más absoluta.

Encima, en lo alto de aquella montaña donde el cielo esta más cerca que nunca de tu espíritu aventurero con tintes recreativos, digo yo, que uno se olvida completamente de sus orígenes mientras se desliza por encima de la capa blanca de la pista de turno para “volar” en el suelo de la liberación.

Por desgracia desconozco esa sensación.

Aquí, a miles de kilómetros de la felicidad, el cielo sigue estando lo suficientemente lejos como para aspirar a cualquier clase de liberación burocrática que se presente dentro de los enclaves más grises de un asfalto que, probablemente en nada, se asemeje a esa agua helada que se desprende de las nubes en forma de cristales sumamente pequeños, los cuales, agrupándose al caer, llegan al suelo transformándose en copos blancos dibujando el hermoso paisaje de las zonas vírgenes que todavía quedan en la naturaleza.

Es lo que tiene pertenecer a un mundo lleno de contrastes.

Aquí discutimos sobre las formas y los modos en la que los despidos improcedentes se suelen saldar con la pérdida o ganancia de un finiquito que, teóricamente, se debería negociar con el patrón de turno para, en ocasiones, saldar las deudas de la responsabilidad del ejercicio laboral realizado sin pensar, ni siquiera un momento, en la satisfacción del deber bien hecho.
Y es que si por algo nos caracterizamos es por la canallesca cultural de un país demasiado entregado a la picaresca más absoluta desde siglos inmemoriales.

Es cierto que vivimos demasiado alejados de cualquier paraíso que se precie como para pararnos a pensar en él siendo, en ocasiones, victimas directas de la búsqueda de un nirvana limítrofe a nuestras expectativas vecinales.

Supongo que desde allí, desde lo alto, las cosas se ven con una sutil diferencia.

Allí los pagos se deben ver como indemnizaciones por despido al conocer las retribuciones puntuales a la seguridad social hasta hace dos meses de un “trabajador” (supongo que se le puede llamar así)  que había renunciado al puesto dos años antes.

Vamos, o así nos lo quieren vender.

Un tipo como yo, que aunque reconozco que he disfrutado de los pecados carnales de las letradas más preparadas de un país en recesión, tiene más bien poca idea de legislación laboral en casos como este al no entender, y lo voy a explicar como si tuviera nueve años, que la indemnización se pacta si el despido es improcedente.

Osease, ¿por qué cobra (me da igual que sea de un solo pago o fraccionariamente) la compensación de turno un tipo (teóricamente) despedido por su imputación en un caso de corrupción? 
¿Puede ser que no fuera despedido?
Y si es así ¿por qué no lo fue?
Me lo expliquen.

Si a esto añadimos en plena vorágine social de desesperanza y frustración por las dificultades económicas de la prima de un riesgo que ya no es moderado, que se le descubren vía sumarial distintas cuentas millonarias en países extranjeros donde el interés será de un tipo más bien egoísta, qué confianza nos pueden quedar en un sistema en el que en la persona que esta siendo cuestionada era uno de sus máximos exponentes.

Supongo que una explicación medianamente convincente para un populacho cansado ya de ver entre sus narices como le escupen a la cara sería suficiente, tiene cojones que encima se permitan exigir prudencia, moderación y sacrificio en lo más crudo de un invierno con poca nieve

Pues ni eso.
Se dedican a ocultar un salario disfrazándolo de finiquito.

La política de negar las evidencias utilizando términos más o menos desafortunados para cambiar el prisma de color, ( a ver si se dan cuenta), ya no produce el efecto deseado en una ciudadanía cansada de esperar milagros y harta de las confusiones dialécticas del vocabulario estatal de unos gobernantes realmente detestables.

Mientras unos se aprovechan de los parajes más sofisticados del negocio invernal en lugares poco comunes y transitados para los mortales, otros, se quitan la vida ante las órdenes de un desahucio anunciado.

Y ESTO ES MUY FUERTE SEÑORES.

Como es posible que el tesorero político más mediático de una democracia que cada vez es más mentira se evada, personal y espiritualmente de la probablemente peor crisis de gobierno (a niveles económicos) de un país sumergido en la miseria más absoluta, a un destino lejano y paradisiaco dejando vendidos, entre otros, a los propios miembros de lo que al menos, era su partido.

Y por qué, me pregunto yo, un imputado multimillonario tiene total inmunidad para salir a su antojo de un territorio nacional con su legislación vigente.

Supongo que debo visitar alguna vez antes de morirme Vancouver para entenderlo.

martes, 12 de febrero de 2013

"NOTAS OBSCENAS DE UN CARNAVAL CUALQUIERA"


La borrasca invade todo el territorio nacional sin la piedad moderada de la primavera que se avecina pero que todavía se ve lejana en el horizonte cáustico de la presión atmosférica de los tiempos que corren.

El frío se va calando en el cuerpo interrumpiendo que el carnaval luzca en todo su esplendor anunciando que después de la ceniza volverá a llegar la temida cuaresma en la que estamos depositando las esperanzas frágiles de la confianza a unos estamentos, con cientos de estatutos, que nunca seremos capaces de descifrar.

La lujuria ha dado paso al comedimiento de los embargos de bienes que alteran cualquier posible serenidad trabajada en busca de un desasosiego infinito en el almanaque de la resurrección.

Las televisiones anuncian productos capilares clínicamente probados a los miles de espectadores que, mando a distancia en la mano, intentan cambiar de canal para no comerse el reclamo de turno de la campaña de turno de la compañía de turno que, como siempre, divulgará esperanzas alopécicas al noble pueblo que poco a poco va perdiendo su hermosa cabellera.

Los encuentros decisivos de las distintas competiciones futbolísticas en las que estamos envueltos, volverán, como las oscuras golondrinas, a desplazar la comunicación real e importante de los asuntos que más o menos nos pueden afectar de una manera directa para, como la heroína, desplazarnos a sensaciones colectivas de una euforia irreal en virtud del resultado acontecido en el partido de turno.

Los abogados seguirán encerrados inmersos en demasiado papeleo como para administrar ninguna clase de justicia con el beneplácito de unos legisladores que elevan las tasas a niveles no aptos para la ecuanimidad de posibles sentencias arbitrarias en el abismo de un arbitraje, como mínimo, sospechoso.

Las amas de casa buscaran trabajo para cooperar en la difícil tesis de cualquier economía domestica que levantar sin, por supuesto, abandonar sus obligaciones conyugales de comprensión a maridos desempleados.

Los mancebos explorarán, sin resultados, las distintas vertientes laborales con las que enfrentarse en un futuro no demasiado lejano para la, ansiada, vida moderna cargada de independencia con la que soñaron la primera vez que tuvieron una novia que les abandono por cualquiera.

Las mancebas estudiaran en silencio para, al menos, confiarse a su propio destino escapando del terror atroz de la dependencia de cualquier posible enemigo más o menos cercano y que aún está por descubrirse.

Los autónomos se cagaran en lo más sagrado.

Los chigreros notaran las bajas de la batalla que acontece en directo justo delante de la puerta de un local que cada vez se ve más grande por semana y en el que la música vale dinero.

Los médicos y demás personal sanitario ansiaran los tiempos pasados y buscaran en lo público todo aquello que se les negó en lo privado para, creo yo, mantener los salvoconductos de la estabilidad emocional de aquél que, con razón, entiende la sanidad siempre como algo beneficioso para una sociedad que demasiadas veces piensa en las pérdidas.

Los mineros harán cruces y renegaran de Dios, quien diría les pillara por sorpresa la tragedia repetida.  

Los artistas sufrirán la pesada losa del aumento de los impuestos en las entradas, la bajada abismal de las subvenciones y la desesperación propia de la insatisfacción vital de aquel que se siente desplazado por los acontecimientos que rodean el “karma” infantil del optimismo moderado de la creación.

Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado se mantendrán, después de lavarse las manos, en alerta ante posibles revoluciones de las que probablemente formen más parte de lo creen.

Los inmigrantes despertaran del sueño aquel que tuvieron un verano a las orillas del mar al descubrir que la emigración se pone de moda incluso para los autóctonos.

Los políticos seguirán agarrándose al palo ardiendo de la inmunidad parlamentaria sin entender que algún día se van a quemar.

Los bomberos estarán atentos.

Los elefantes temerán a los monarcas de más de cincuenta años mientras los yernos “reales”, tipos altos que fueron olímpicos, evitaran su presencia en actos públicos para, como decirlo, no molestar.

Las reinas, gracias a Dios, seguirán alegrando mis jornadas entusiastas de botellín y tapa en el bar aquel de cuyo nombre no puedo acordarme.

Los psiquiatras se harán de oro.
Los psicólogos serán argentinos enamorados de la clase técnica de un jugador nacido para deslumbrar a un mundo que no es portugués.

Los tesoreros declararan las cuentas pendientes en tribunales oscuros y lúgubres, los joyeros visitaran los países nórdicos y los banqueros te sacaran los ojos nuevamente luciendo teatralmente su sonrisa de “Profident” al domiciliar la nómina.

Corea del Norte hará pruebas nucleares, Corea del Sur lo denunciará.

Pero lo más duro queridos compañeros es afrontar con serenidad la renuncia de “El Santo padre” a sus obligaciones.
Supongo que las tesis arcaicas de un tipo vetusto afectado por demasiados frentes abiertos en el país más pequeño del mundo no influirán en el hecho constatado de que nadie es lo suficientemente importante como para cuestionar mi fe.

De todas maneras me llena de orgullo y satisfacción entender que hay gente en las alturas dispuesta a renunciar a sus funciones al entender que es lo mejor para la institución de turno políticamente hablando.

A ver si alguien más aprende. 

martes, 5 de febrero de 2013

"ESTAS NO SON LAS MAÑANITAS QUE CANTABA EL REY DAVID"


Los crápulas, gentes de bien que se esconden del mundo en la oscura madrugada, saben perfectamente que en la noche nada es lo que aparentemente parecía desde un principio.

Los nocturnos, gentes que sufren problemas de insomnio, saben que tienen un problema cuando se levantan de una cama en la que nunca pudieron conciliar el sueño y envidian sanamente a los crápulas al entender, como es lógico, que la elección de su desvelo es voluntaria y por tanto diferente para el planteamiento mental aquél que te aleja de la depresión.

Los primeros, individuos e individuas especializados en afrontar casos importantes de decadencia humana en esas horas de neón y garrafa, salen a la madrugada preparados para investirse doctores honoris causa del comportamiento social de una sociedad cada vez más individualista que, manda huevos, solo se atreve a cambiar de espíritu envuelta en el corsé del anonimato que te dan los bares clandestinos de última hora donde la imaginación, el vicio y el alcohol hacen de aquel colectivo una presa fácil para aquellas sombras de la noche que saben distinguir a los corazones que siguen sonando como aquel reloj envuelto en algodón y que les hacen fácilmente ser observados, confundidos y delatados por aquellos trasnochadores que se la saben todas.

Si lo pensamos un poco es lo suficientemente lógico como un documental de la dos a la hora de la siesta: 
-"en el ecosistema, hábitat es el ambiente que ocupa una población biológica en un espacio que reúne las condiciones adecuadas para que la especie pueda residir y reproducirse, perpetuando su presencia"-.

Y contra eso no se puede luchar.

Pero cuidado, hay grandes falsos profetas del “petit comité” que subsisten en pequeños centros de atención sintiéndose grandes sin capacidad, ni bemoles, para acceder a mundos más grandes y más complicados  fuera de la línea de tiza que marca su propio criterio y que delimita (y limita) su capacidad para el riesgo y reduce aquél territorio a la nada más absoluta al comparecer ante cualquier corazón intrépido que, por poco que sepa, ha sabido salir de casa.

Pero volvamos a la cuestión libertina de los calaveras y reconozcamos como propio y propicio el homenaje a mi querido Edgar Allan Poe al introducir en el texto aquello de “un corazón delator” al que descubren los malos como en esa película de Hollywood que te mantiene en tensión en el sofá de tu apacible casa.
Si alguien alguna vez supo hablar de la noche dentro de la novela gótica ese fue el genio de Baltimore que, con sus  cuentos de terror, describió perfectamente la magia de esas horas intempestivas en las que lo real, muchas veces, se mezclaba con el enigma que la oscuridad y las sombras producen en el cerebelo imaginativo de cualquier mortal con inquietudes y al que no todo el mundo se atreve a asomarse.

Y es que, chicos, hay ventanas que es mejor dejarlas cerradas.

No descartó que los vampiros que nos dormimos, muchas madrugadas, cuando ya está a punto de salir el sol, podamos aparentar un karma de libertinos a  aquellos encerrados en los tópicos mortales de la rutina más despiadada, no lo sé. 
Quizás he de reconocer que hay tipos con opinión que no merecen ninguna clase de respeto por su falta de credibilidad al carecer de ninguna clase de experiencia vital en casi nada y que generalmente afirman la teoría de lujuria desde el desconocimiento propio de los castos que nunca cruzaron, salvo en pensamientos, el umbral del pecado.

Los asesores de la vida moderna son ese tipo de individuos que se creen las mentiras con las que han crecido y que han ido construyendo su personalidad a base de frustraciones, complejos y demasiada ira encerrada como para justificar, desde la salud propia de la tolerancia, cualquier identidad que se separé del camino marcado que les toca recorrer por una convicción que ya poco tiene de personal y demasiado de general como para entenderla.

Pero, escucha, no soy yo el que los va a juzgar.

La misma personalidad de las miles de almas que entre semana se disfrazan de profesionales de cualquier especialidad entra, de repente, en un trance especial al llegar o acercarse el fin de semana para, ¿como definirlo?, ¿liberarse?.

Y es entonces cuando los cambios suelen ser más radicales en las formas y en los modos de ese colectivo enclavado en sus frustraciones que, a veces, extralimita cuerpo y mente por unos segundos con la única intención de saborear la emancipación aquella que una vez soñaron.

Al despertar descubrieron que los planetas más o menos alejados de lo que su percepción pudiera imaginar y qué, muy importante, no siempre tiene que ser positivo para la salud mental de aquel que con criterio, se queda sin él, también tenían vida propia.

Entenderéis por tanto mi reacción ante ella.
Entenderéis aquel homicidio.





Fragmento de “El corazón delator” de Poe:

 Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!                     ¡Donde está latiendo su horrible corazón!

miércoles, 30 de enero de 2013

"COSAS DE CASA"


Nos vemos en el infierno dijo aquel héroe cinematográfico en una película que probablemente ni recuerde pero de la que, algo en mi subconsciente me dice que la disfruté, hoy, por ejemplo, he recordado la frase con la que quiero titular esta nueva retahíla de ideas con las que me quiero enfrentar esta semana.

La semana empieza de una manera desafortunada al abandonar mi compañía el pequeño calentador de agua caliente que transforma las duchas en intensos momentos de reflexión dentro de aquella mampara empañada que, como en Superman dos, te aísla de las malas energías de el clima exterior en lo más crudo del crudo invierno.
El ensayo general con agua caliente en una cacerola calentada con gas, todo hay que decirlo, fue una ruina que me hizo conocer el dolor y el frío.

Lógicamente, el consejo de sabios reunidos en lo que me queda de neuronas, decidió apostar por llamar al técnico que, como el señor Lobo en aquella película de Tarantino, se acercaría a mi casa para resolver problemas a un módico precio de, me cago en la puta, ochenta y seis pavos por los quince minutos que estuvo sobando el aparato en ese rinconcito de mi cocina que utilizo para dejar las bolsas de plástico y en el que, probablemente por educación, les deje entenderse con toda la intimidad del mundo.

Ahora, con el paso de los días, he de reconocer que la caldera de los cojones todavía no me ha dado ningún problema.

Después de niquelar la casa escondido tras unos guantes de plástico y una fregona que se quiso despegar de su firme palo de alambre que a su vez se quiso despegar de mí, descubrí que la lógica obligaba a sustituir el instrumental defectuoso por uno nuevo que consiguiera finalizar la labor empezada cuatro horas antes por pura casualidad y que me exigía bajar a la calle, concretamente al supermercado abierto justo enfrente de mi portal, para reponer el material deficiente.
Es después, después de bajar y subir, después de finalizar los suelos y acabar con la limpieza, después de las dos, cuando recuerdo la llamada seca y trágica del pintor del seguro que estaba en los umbrales de mi portal para interrumpir esa paz, quizás sabéis de lo que hablo, que solo tienes después de haber estado jodido que no jodiendo.
Que también.
Pues eso, que después de la limpieza vino la reconstrucción de un desastre anunciado horas antes en el teléfono fijo (que ahora se moriría asfixiado debajo de una lona de plástico que impedía que color ensuciara su rostro) donde el empleado había dejado aquel mensaje taxativo para los aprendices de las labores caseras y del que yo no recordaba el recado.

Ósea, tres minutos después de dejarlo todo limpio lo tenía todo lleno de mierda.

Y con esto, eximo de toda responsabilidad al profesional de la pintura contratado por la aseguradora tal y del que solo puedo constatar su competencia en estas lides.

Dos días después, tiempo necesario para olvidar los pequeños desencuentros que con el destino sueles mantener en ese tira afloja pero del que ahora no quiero hablar, descubro con insatisfacción el desprendimiento voluntario de la puerta izquierda de mi armario en las baldosas del suelo (frío, muy frío) de mi habitación para, destornillador en mano, atornillar de nuevo el futuro.

La puerta, supongo que por algún mecanismo de la ciencia como, digo yo, la ley esta de la gravedad, sigue inclinada hacia el sur en la pared del pasillo dando juego a una estancia siempre, quizás, algo olvidada por los inquilinos ya que solo la utilizábamos para salir o entrar, y en donde ahora alberga dudas al entender, creo yo, el hecho de la existencia de una habitación más en la republica independiente de una casa que, si lo miras un poco, no da para mucho más y que por tanto no tardaras en reparar que la puerta es solo una puerta y, tío, no tardaras en reparar gracias a la imposibilidad de reparar la mía.

(Joder, me acabo de releer y me doy cuenta de que me estoy abriendo demasiado a un público que, a lo mejor, no disfruta sabiendo mis interioridades)

Bueno, que el caso es que el nos vemos en el infierno es a veces una frase que la tienes, sin saberlo, metida en casa.

Y cada casa es sagrada, personal e intransferible.

Así que al final, me voy a sincerar, cambiaré el título inicial con el que había pensado titular este “post” dejandolo para otra historia diferente y resumire con el título que vais a leer en primer lugar toda la intrahistoria que esconden estas palabras enrevesadas y que tambien fué el título de un serie americana de mucho éxito en los años noventa.