Según la Real Academia de la Lengua, la peineta es un peine
convexo que usan las mujeres por adorno o para asegurar un peinado determinado.
Este ornamento femenino para el cabello consta de un cuerpo
convexo y un conjunto de púas que se encajan sobre el moño tiene su origen en
el siglo XIX (hay constancia de su uso miles de años antes), actualmente se sigue utilizando en celebraciones de carácter lúdicas o religiosas estilizando la
figura de la mujer con el uso habitual del complemento de la mantilla.
La perdida de popularidad actual de ciertas prendas
distinguidas en otras épocas, ha originado que ahora sirvan como seña de
identidad patria en ocasiones puntuales (Semana Santa, corridas de toros, espectáculos
tradicionales o de música flamenca y de copla) recordándonos aquel pasado
cercano que no nos acaba de abandonar.
Personalmente opino que es positivo rememorar todo aquello
que por una parte nos hace no olvidar nuestras costumbres y que por otra, (tan importante o más) enaltece y engalana a
esas damas, generalmente de buena posición, que se entregan placenteramente a
la estética moderna de los clásicos animados que engrandecen las virtudes
feministas de la celebración de turno.
Luego, como en todo, existe otra definición, probablemente más
cercana, más popular a lo que actualmente se conoce como peineta y es esta de
la fotografía.
Como se puede observar
la peineta actual consiste en levantar
el dedo corazón con el puño cerrado en un gesto manual bastante ofensivo y
obsceno que en definitiva ya de por si solo basta, en la sociedad contemporanea, para
entender perfectamente el mensaje explícito que nos lanza la persona que nos
dedica tal expresión.
Aquí si que no tengo fecha exacta para informaros la antigüedad
de su uso pero, estaréis todos de acuerdo, es habitual en el contexto actual
conocer perfectamente la expresión y su significado.
En este ejemplo en concreto podemos observar a un señor de
mediana edad disparando el dedo en lo que parece, por el carrito que
transporta, una terminal de un aeropuerto.
Observamos también un micrófono a su lado por lo entendemos
que este individuo parece ser un personaje público que acaba de llegar,
pongamos un ejemplo, de Canadá y se dispone a recoger sus enseres de viaje
rodeado por un publico expectante que seguramente se ha percatado de su
presencia.
La pregunta es:
El gesto obsceno se lo hace a la cámara que capta este
instante o realmente se lo dedica a las gentes que detrás de él igual murmullan
en alto algo público y conocido referente a su persona o trabajo al entender,
desde un punto de vista humilde, que el caballero con canas es un celebridad en
el país en el que acaba de aterrizar.
Vayamos un poco más allá.
Fijemos por un momento en la expresión de este tipo al que
llamaremos por ejemplo Luis y observemos como se medio muerde los labios con
los ojos completamente abiertos y las cejas marcadas remarcando la expresión gestual
de su mano izquierda en el rostro de alguien al que su semblante dignifica
respecto al populacho que lo critica.
Si hablamos de peinetas permitirme esta:
A diferencia de la
anterior y a pesar de tener la boca cerrada, parece que se desdibuja una
sonrisa en el rostro angelical de una diosa del mundo del celuloide con, hay
que significarlo, el premio más importante del sector cinematográfico en su
mano izquierda dejando, a diferencia de Luis, la mano derecha para obsequiarnos
con su particular forma de celebrar un éxito.
Pero ahí voy yo.
No es imprescindible que se utilice este determinado guiño
para la celebración de algo aunque siempre es significativo que el autor de tal
aspaviento quiera, a su modo, darnos a entender algo determinado en la
consecución de, en este caso, un triunfo absoluto.
Si observamos la imagen nos damos cuenta que a diferencia
del individuo de arriba aquí la proyección de su mirada es personal y no
global.
Es como si el gesto estuviera dedicado a alguien en exclusividad.
Y esa es la exclusividad que yo defiendo.
Las otras enterrémoslas en infinitas declaraciones en audiencias
nacionales que al final tan solo sirven para exacerbar a cualquier colectivo de
indignados que observan, desde la barrera que la policía levanta ante la
frustración popular, como las formas y los modos condenan a los representantes
populares que una vez, en una galaxia muy, muy lejana, fueron senadores por
Cantabria aquejados de “jet lag”.
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