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viernes, 1 de marzo de 2013

"PEINETAS"


Según la Real Academia de la Lengua, la peineta es un peine convexo que usan las mujeres por adorno o para asegurar un peinado determinado.
Este ornamento femenino para el cabello consta de un cuerpo convexo y un conjunto de púas que se encajan sobre el moño tiene su origen en el siglo XIX (hay constancia de su uso miles de años antes), actualmente se sigue utilizando en celebraciones de carácter lúdicas o religiosas estilizando la figura de la mujer con el uso habitual del complemento de la mantilla.
La perdida de popularidad actual de ciertas prendas distinguidas en otras épocas, ha originado que ahora sirvan como seña de identidad patria en ocasiones puntuales (Semana Santa, corridas de toros, espectáculos tradicionales o de música flamenca y de copla) recordándonos aquel pasado cercano que no nos acaba de abandonar.

Personalmente opino que es positivo rememorar todo aquello que por una parte nos hace no olvidar nuestras costumbres y que por otra,  (tan importante o más) enaltece y engalana a esas damas, generalmente de buena posición, que se entregan placenteramente a la estética moderna de los clásicos animados que engrandecen las virtudes feministas de la celebración de turno.

Luego, como en todo, existe otra definición, probablemente más cercana, más popular a lo que actualmente se conoce como peineta y es esta de la fotografía.


Como se puede observar la peineta actual consiste en  levantar el dedo corazón con el puño cerrado en un gesto manual bastante ofensivo y obsceno que en definitiva ya de por si solo basta, en la sociedad contemporanea, para entender perfectamente el mensaje explícito que nos lanza la persona que nos dedica tal expresión.

Aquí si que no tengo fecha exacta para informaros la antigüedad de su uso pero, estaréis todos de acuerdo, es habitual en el contexto actual conocer perfectamente la expresión y su significado.

En este ejemplo en concreto podemos observar a un señor de mediana edad disparando el dedo en lo que parece, por el carrito que transporta, una terminal de un aeropuerto.

Observamos también un micrófono a su lado por lo entendemos que este individuo parece ser un personaje público que acaba de llegar, pongamos un ejemplo, de Canadá y se dispone a recoger sus enseres de viaje rodeado por un publico expectante que seguramente se ha percatado de su presencia.

La pregunta es:
El gesto obsceno se lo hace a la cámara que capta este instante o realmente se lo dedica a las gentes que detrás de él igual murmullan en alto algo público y conocido referente a su persona o trabajo al entender, desde un punto de vista humilde, que el caballero con canas es un celebridad en el país en el que acaba de aterrizar.

Vayamos un poco más allá.

Fijemos por un momento en la expresión de este tipo al que llamaremos por ejemplo Luis y observemos como se medio muerde los labios con los ojos completamente abiertos y las cejas marcadas remarcando la expresión gestual de su mano izquierda en el rostro de alguien al que su semblante dignifica respecto al populacho que lo critica.

Si hablamos de peinetas permitirme esta:

A diferencia de la anterior y a pesar de tener la boca cerrada, parece que se desdibuja una sonrisa en el rostro angelical de una diosa del mundo del celuloide con, hay que significarlo, el premio más importante del sector cinematográfico en su mano izquierda dejando, a diferencia de Luis, la mano derecha para obsequiarnos con su particular forma de celebrar un éxito.

Pero ahí voy yo.

No es imprescindible que se utilice este determinado guiño para la celebración de algo aunque siempre es significativo que el autor de tal aspaviento quiera, a su modo, darnos a entender algo determinado en la consecución de, en este caso, un triunfo absoluto.

Si observamos la imagen nos damos cuenta que a diferencia del individuo de arriba aquí la proyección de su mirada es personal y no global.
Es como si el gesto estuviera dedicado a alguien en exclusividad.

Y esa es la exclusividad que yo defiendo.

Las otras enterrémoslas en infinitas declaraciones en audiencias nacionales que al final tan solo sirven para exacerbar a cualquier colectivo de indignados que observan, desde la barrera que la policía levanta ante la frustración popular, como las formas y los modos condenan a los representantes populares que una vez, en una galaxia muy, muy lejana, fueron senadores por Cantabria aquejados de “jet lag”.

La descompesanción, diría yo, nunca fue horaria

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