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martes, 12 de febrero de 2013

"NOTAS OBSCENAS DE UN CARNAVAL CUALQUIERA"


La borrasca invade todo el territorio nacional sin la piedad moderada de la primavera que se avecina pero que todavía se ve lejana en el horizonte cáustico de la presión atmosférica de los tiempos que corren.

El frío se va calando en el cuerpo interrumpiendo que el carnaval luzca en todo su esplendor anunciando que después de la ceniza volverá a llegar la temida cuaresma en la que estamos depositando las esperanzas frágiles de la confianza a unos estamentos, con cientos de estatutos, que nunca seremos capaces de descifrar.

La lujuria ha dado paso al comedimiento de los embargos de bienes que alteran cualquier posible serenidad trabajada en busca de un desasosiego infinito en el almanaque de la resurrección.

Las televisiones anuncian productos capilares clínicamente probados a los miles de espectadores que, mando a distancia en la mano, intentan cambiar de canal para no comerse el reclamo de turno de la campaña de turno de la compañía de turno que, como siempre, divulgará esperanzas alopécicas al noble pueblo que poco a poco va perdiendo su hermosa cabellera.

Los encuentros decisivos de las distintas competiciones futbolísticas en las que estamos envueltos, volverán, como las oscuras golondrinas, a desplazar la comunicación real e importante de los asuntos que más o menos nos pueden afectar de una manera directa para, como la heroína, desplazarnos a sensaciones colectivas de una euforia irreal en virtud del resultado acontecido en el partido de turno.

Los abogados seguirán encerrados inmersos en demasiado papeleo como para administrar ninguna clase de justicia con el beneplácito de unos legisladores que elevan las tasas a niveles no aptos para la ecuanimidad de posibles sentencias arbitrarias en el abismo de un arbitraje, como mínimo, sospechoso.

Las amas de casa buscaran trabajo para cooperar en la difícil tesis de cualquier economía domestica que levantar sin, por supuesto, abandonar sus obligaciones conyugales de comprensión a maridos desempleados.

Los mancebos explorarán, sin resultados, las distintas vertientes laborales con las que enfrentarse en un futuro no demasiado lejano para la, ansiada, vida moderna cargada de independencia con la que soñaron la primera vez que tuvieron una novia que les abandono por cualquiera.

Las mancebas estudiaran en silencio para, al menos, confiarse a su propio destino escapando del terror atroz de la dependencia de cualquier posible enemigo más o menos cercano y que aún está por descubrirse.

Los autónomos se cagaran en lo más sagrado.

Los chigreros notaran las bajas de la batalla que acontece en directo justo delante de la puerta de un local que cada vez se ve más grande por semana y en el que la música vale dinero.

Los médicos y demás personal sanitario ansiaran los tiempos pasados y buscaran en lo público todo aquello que se les negó en lo privado para, creo yo, mantener los salvoconductos de la estabilidad emocional de aquél que, con razón, entiende la sanidad siempre como algo beneficioso para una sociedad que demasiadas veces piensa en las pérdidas.

Los mineros harán cruces y renegaran de Dios, quien diría les pillara por sorpresa la tragedia repetida.  

Los artistas sufrirán la pesada losa del aumento de los impuestos en las entradas, la bajada abismal de las subvenciones y la desesperación propia de la insatisfacción vital de aquel que se siente desplazado por los acontecimientos que rodean el “karma” infantil del optimismo moderado de la creación.

Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado se mantendrán, después de lavarse las manos, en alerta ante posibles revoluciones de las que probablemente formen más parte de lo creen.

Los inmigrantes despertaran del sueño aquel que tuvieron un verano a las orillas del mar al descubrir que la emigración se pone de moda incluso para los autóctonos.

Los políticos seguirán agarrándose al palo ardiendo de la inmunidad parlamentaria sin entender que algún día se van a quemar.

Los bomberos estarán atentos.

Los elefantes temerán a los monarcas de más de cincuenta años mientras los yernos “reales”, tipos altos que fueron olímpicos, evitaran su presencia en actos públicos para, como decirlo, no molestar.

Las reinas, gracias a Dios, seguirán alegrando mis jornadas entusiastas de botellín y tapa en el bar aquel de cuyo nombre no puedo acordarme.

Los psiquiatras se harán de oro.
Los psicólogos serán argentinos enamorados de la clase técnica de un jugador nacido para deslumbrar a un mundo que no es portugués.

Los tesoreros declararan las cuentas pendientes en tribunales oscuros y lúgubres, los joyeros visitaran los países nórdicos y los banqueros te sacaran los ojos nuevamente luciendo teatralmente su sonrisa de “Profident” al domiciliar la nómina.

Corea del Norte hará pruebas nucleares, Corea del Sur lo denunciará.

Pero lo más duro queridos compañeros es afrontar con serenidad la renuncia de “El Santo padre” a sus obligaciones.
Supongo que las tesis arcaicas de un tipo vetusto afectado por demasiados frentes abiertos en el país más pequeño del mundo no influirán en el hecho constatado de que nadie es lo suficientemente importante como para cuestionar mi fe.

De todas maneras me llena de orgullo y satisfacción entender que hay gente en las alturas dispuesta a renunciar a sus funciones al entender que es lo mejor para la institución de turno políticamente hablando.

A ver si alguien más aprende. 

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