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jueves, 27 de junio de 2013

"MIRADAS"



Cuál sería la definición exacta de una situación actual que por un lado es inquieta, por otro insostenible y por aquello de las energías más o menos renovables pudiera ser a su vez esperanzadora.
Supongo que la expresión más cercana al límite de un posible desamparo sería aquella de la desubicación que embarga casi a diario todos los planes de futuro de una generación acomodada en las formas y en los modos que otros, probablemente gentes de bien con la misma intransigencia, dictaron ante los medios en aquellos momentos ya olvidados en los que la orientación y la dirección poco tenían que ver.
Al pasear por la calles embadurnadas de humo en las que muchas jornadas me dejo caer, observo en el general de una visión introspectiva las mismas miradas de siempre caminar en silencio con la distinta percepción de un horizonte cercano y aparentemente similar a uno de aquellos con los que, no hace demasiado tiempo atrás, consiguieron alternar en modo avión en el periodo en que los móviles no alteraban las comunicaciones de cualquier punto de vista en una perspectiva determinada.
Eran tiempos en los que la concurrencia sonreía al caminar sin ese brillo característico de la preocupación que hoy se distingue entre las sombras que las pestañas depositan en las corneas de la desesperación.

Sí, recuerdo la música de las orquestas en las fiestas de barrio pobre anunciando la llegada de otro verano prometedor donde el único objetivo asumible era comprender el destino estival del descanso eterno en las costas mediterráneas. Largas jornadas al sol de la felicidad de saberse emancipado de las obligaciones contractuales que embadurnaban la nómina de todo una año de servidumbre a aquella patria, recapitulemos, que todavía no sabía lo que era ganar un campeonato del mundo de fútbol.
Se respiraba, por decirlo de alguna manera, un  espíritu dispar al que hoy presencio en el colectivo frente a una hoguera de San Juan en la que ya no quedan demasiadas cosas que quemar y son tan solo los restos de  hollín los que nos muestran simplemente la presencia de el sol en el trópico de un Cáncer despiadado y sádico en el solsticio de la felicidad.
Y es que aquí, en el hemisferio boreal, las cosas ya no son lo que parecían ser.

La lógica nos lleva a entender que la noche más corta del año no debería servir para soñar.

EL grado de incredulidad de un colectivo estancado en estos regímenes dictados a sangre y fuego por los estamentos socio económicos en los que nos encontramos, nos lleva a resaltar el importante aumento de esa malaventuranza a la que todos temen y en la que estamos depositando las pocas esperanzas de un futuro incierto condicionando, condicionándonos, a cambiar los objetivos sufridos por los que hasta ahora decidimos luchar para, no me digas la razón, delegar de nuevo en intereses creados para manejar a su antojo a una sociedad confusa y recelosa por evitar aquello que nos contaron de un pasado no demasiado alejado de la realidad a la que hoy nos enfrentamos y en el que la miseria, en todas sus formas, promulgaba las maneras de vivir de una generación que sacrifico su bienestar por el de unos descendientes que, en algunos casos, confundieron equidad con egoísmo dentro de la ignorancia propia de aquellos que se establecieron en la comodidad de tener, teóricamente, una vida resuelta con la ley de un mínimo esfuerzo conseguido con promesas electorales descabelladas en la que todos creyeron.

Y la mirada dicen, es el espejo del alma.

La decepción, en este consorcio que conocemos como sociedad, es demasiado habitual como para percatarnos de lo inconsistente que puede resultar la lógica de lo improductivo en un mundo global cada vez más individualista en todos los conceptos deseables, tanto a nivel general como particular, llevándonos en picado a un camino sin retorno del que, mucho me temo, no sabremos salir.

Las falacias, respaldadas por unos medios de comunicación destinados a generar beneficios, forman parte del aparato de un sistema enfocado única y exclusivamente a incrementar la desigualdad social de una humanidad que se desarma al compás de la ambición por el ansiado "Poder" de las maniobras orquestales en la oscuridad.

Y es la confianza el precio que estamos pagando por nuestros pecados.

Pero no nos confundamos, a pesar de ser lo suficientemente conscientes de que la maldad es potestad única y exclusivamente del ser humano (sigo confiando en que son los menos) también sabemos que el tipo más perverso de la tierra es capaz de llorar como una magdalena por la muerte de su animal de compañía.

Es muy difícil, decía un tal Sir Francis Bacon, hacer compatibles la política y la moral. Supongo que habrá excepciones y supongo que la vida parlamentaria de los aparcados en la singularidad habrá sido efímera, no lo sé.
Pero en un universo donde una vida vale menos que otra uno se percata de que en las grandes cosas los hombres se muestran como les conviene mostrarse mientras que en las pequeñas se muestran tal y como son. 

Y es en ese petit comité donde ves a tus vecinos caminar por las calles que rodean tu portal para entender que ciertas "grandes cosas" no están a la altura de unos cuantos y que la verdad, como la esencia, viene en frascos pequeños.

Pero a vísperas de un verano irregular en lo que a lo climatológicamente normal entendemos, no quisiera acabar de forma tan negativa una crónica que aunque no niega una evidencia, si debería intentar optimizar todo en cuestión de la voluntad que es la única capaz de mover montañas.
Y a ella me remito para seguir teniendo fe en la esperanza de una gran mayoría que vive y deja vivir.
Saquemos las conclusiones positivas que debemos poner encima de la mesa.

Y repito, quizás los ojos son los que nunca mienten al mirar de frente.

Permítanme homenajear, cambiando de tema, a una de las mejores series televisivas que he podido disfrutar en estos últimos tiempos y cerremos el “post” con uno de esos temas que nos hacen ver el lado optimista de las cosas.
La canción es de “Journey” y se titula “Don´t stop believin’” y para despistados es el tema de la escena final de “Los soprano” como homenaje a su desaparecido protagonista.



Cierro con dos miradas elegidas ante notario al azar.

-Esta semana se ha muerto el actor James Gandolfini más conocido como Tony Soprano en la serie de ficción del mismo nombre.
SI algo puedo destacar de su trabajo y de la construcción de ese personaje que nos maravillo a todos es exactamente eso, su mirada. Un tipo soez, que como a diferencia del Padrino son todos los gánsteres de la producción, fue capaz de encandilarnos gracias la empatía que desprendía un personaje nada convencional y demasiado alejado de unos parámetros lo suficientemente morales como para entender esa predilección por lo más indecoroso de la serie.
Gran trabajo y una gran pérdida.

- La solemne frialdad de una expresión visual en la que no se distingue nada dentro y en la que ese vacío hace temer al personaje, hace que vea en José Bretón toda esa maldad enrabiateda de aquél que aunque habita en este mundo, no pertenece a él.
Escalofriantes estampas de un juicio en el que la realidad supera con creces ficción alguna.