Que sí nena, que sí.
-Que mañana te juro que vamos a comer con tus padres en ese restaurante tan rural de las afueras, porque, era ahí donde dijeron mis queridos suegros ¿no?
-Además me apetece mucho el cordero a la estaca señorita.
Después se cerró la puerta y ella se evaporo en sus quehaceres cotidianos dejándome un hueco reservado para mi intimidad deportiva.
Reconozco que la igualdad en una relación es prácticamente imposible, que somos, a veces, en maneras y virtudes demasiado antagonistas como para sacrificar un mundo irreal y en compañía.
(Y no me refiero con esto solo a las parejas de hecho, me refiero por supuesto a aquella invención obscena denominada matrimonio.)
Con todo ello he de reconocer que esas migajas de pequeños reconocimientos puntuales con los que agasajamos a nuestras respectivas parejas nos acaban haciendo más sabios en la compresión y la paciencia de aquel verbo que se convierte en virtud.
Me refiero naturalmente al noble arte del “ceder”.
Y no me refiero a transferir nada, no señores, me centró única y exclusivamente en la cruel rendición que, y esto puede pasar, a la larga se convierte en un triunfo a domicilio.
(Hogar dulce hogar)
Y más sin una misma semana hay tres jornadas de liga.
A nadie le molesta una mentira piadosa en estas cosas de los contratos dictados con antelación y alevosía en el oficio del amor desde la más pura base científica de aquello que te decían las señoras mayores después de ver un telefilm malo en antena tres, que la realidad al final acabará superando a la ficción.
Los caracteres de los protagonistas de una posible relación puntual, también influyen en la lucha de egos.
(Tener en cuenta que siempre hay uno más fuerte que el otro mentalmente)
Dudar de ello sería estar directamente condenados al fracaso.
Si, y permitirme, abandonamos el concepto pasional de la expresión, desembocamos en colectivos que apoyan a una de las partes enfrentadas en aquello, que yo desconozco, conocido como poder.
Y José tanteó al grupo sin poder conseguir el objetivo marcado después de un enfrentamiento con su capitán.
Hay portero se escuchaba en los pasillos de Valdedebas.
Y cedió.
Y es que la amistad de dos profesionales supera con creces la rivalidad deshonesta de aquel que la utiliza para la victoria.
Y yo me alegro.
Mi guerra se desarrolla entre cuatro paredes de gotéele, tres habitaciones, un cuarto de baño y bóxer llamado “Tulí”.
(La cocina es americana)
Y mañana tengo comida.
A veces es una verdadera lástima que casi todo lo expuesto anteriormente sea fruto de mi imaginación calenturienta.
Qué le vamos a hacer.
-Que mañana te juro que vamos a comer con tus padres en ese restaurante tan rural de las afueras, porque, era ahí donde dijeron mis queridos suegros ¿no?
-Además me apetece mucho el cordero a la estaca señorita.
Después se cerró la puerta y ella se evaporo en sus quehaceres cotidianos dejándome un hueco reservado para mi intimidad deportiva.
Reconozco que la igualdad en una relación es prácticamente imposible, que somos, a veces, en maneras y virtudes demasiado antagonistas como para sacrificar un mundo irreal y en compañía.
(Y no me refiero con esto solo a las parejas de hecho, me refiero por supuesto a aquella invención obscena denominada matrimonio.)
Con todo ello he de reconocer que esas migajas de pequeños reconocimientos puntuales con los que agasajamos a nuestras respectivas parejas nos acaban haciendo más sabios en la compresión y la paciencia de aquel verbo que se convierte en virtud.
Me refiero naturalmente al noble arte del “ceder”.
Y no me refiero a transferir nada, no señores, me centró única y exclusivamente en la cruel rendición que, y esto puede pasar, a la larga se convierte en un triunfo a domicilio.
(Hogar dulce hogar)
Y más sin una misma semana hay tres jornadas de liga.
A nadie le molesta una mentira piadosa en estas cosas de los contratos dictados con antelación y alevosía en el oficio del amor desde la más pura base científica de aquello que te decían las señoras mayores después de ver un telefilm malo en antena tres, que la realidad al final acabará superando a la ficción.
Los caracteres de los protagonistas de una posible relación puntual, también influyen en la lucha de egos.
(Tener en cuenta que siempre hay uno más fuerte que el otro mentalmente)
Dudar de ello sería estar directamente condenados al fracaso.
Si, y permitirme, abandonamos el concepto pasional de la expresión, desembocamos en colectivos que apoyan a una de las partes enfrentadas en aquello, que yo desconozco, conocido como poder.
Y José tanteó al grupo sin poder conseguir el objetivo marcado después de un enfrentamiento con su capitán.
Hay portero se escuchaba en los pasillos de Valdedebas.
Y cedió.
Y es que la amistad de dos profesionales supera con creces la rivalidad deshonesta de aquel que la utiliza para la victoria.
Y yo me alegro.
Mi guerra se desarrolla entre cuatro paredes de gotéele, tres habitaciones, un cuarto de baño y bóxer llamado “Tulí”.
(La cocina es americana)
Y mañana tengo comida.
A veces es una verdadera lástima que casi todo lo expuesto anteriormente sea fruto de mi imaginación calenturienta.
Qué le vamos a hacer.
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