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martes, 31 de enero de 2012

"EL DEL ASTILLERO"


 Y llego la hora.

El hasta luego se convirtió finalmente en un adiós dejándonos estupefactos tirados en el suelo en la alfombra de aquel salón diseñado para seguir creyendo en los colores locales de un sueño prolongado en el tiempo.

Supongo, y es que me encuentro a demasiados kilómetros de la felicidad, que el “orbayu” limpiara las calles de todo el litoral cantábrico como respuesta a una decisión teóricamente meditada en los oscuros recovecos de los despachos tétricos de cualquier consejo de administración que se precie.

Sitos donde el romanticismo brilla por su ausencia en forma de burocracia acobardada y escondida en las salas de prensa donde, probablemente, un presidente engominado repita aquello de que nadie es más importante que la institución.
Y eso es cierto.

Pero también es cierto que muy pocos profesionales, casi ninguno, encajan en el espíritu, no solo de el club, sino de la ciudad y de probablemente una de las aficiones más fieles del fútbol español con todo lo que ello conlleva.
Y es que cuando el idilio es perfecto, el final o la despedida es más amarga si cabe al ser conscientes de que algo podremos mejorar pero sabemos de sobra lo que vamos a perder.
Esta, como cualquier historia pasional, sera por tanto un punto y aparte en la historia de un club centenario que suele sobreponer a las adversidades apoyado en una masa social que no desfallece y tampoco olvida (dato importante para la junta directiva).
Nos queda por tanto empezar a escribir un nuevo capítulo que esperemos nos lleve a buen puerto, nos queda, no hay otros cojones, sufrir esta temporada para mantenernos en la élite y, por supuesto, nos seguirá quedando, como siempre, la ilusión.

Hoy te vas del Sporting después de seis temporadas defendiendo a ultranza los colores de un equipo al que conseguiste ascender con la casta que impregnas en los grupos que diriges y que has conseguido mantener durante estas cinco temporadas con uno de los presupuestos más bajos de primera división.
Te vas dejándonos un poco huérfanos de padre espiritual y líder de un proyecto escrito con mayúsculas que transformo por completo a una ciudad del norte que llevaba demasiado tiempo sin soñar.
Y eso no se paga con dinero Manolo.

Imagino que tú también te llevas algo grande de un colectivo exigente y critico pero con demasiado corazón como para ignorar lo importante que has sido, eres y seras en este pettit comité rojiblanco donde tu nombre ya se ha unido al de los más grandes de una historia escrita a golpe de sacrificio.

No en vano eres el tipo que más tiempo te has sentado en el banquillo del Molinón.

Hoy, como aquella vez que mi primera novia me dejo por un monitor de gimnasio de Campomanes, me siento algo resquemado con el devenir de las cosas que tiene la bendita y puta locura del fútbol en la que tú,para mí, siempre tendrás un destacado puesto en mi alma sportinguista.

Muchas gracias Preciado por todos estos años.



* Homenaje a Manolo también en el post “De aquello de los hombres y los canallas” en este mismo blog

viernes, 27 de enero de 2012

"ELEMENTO BLOQUEADO"


El momento de sentarte enfrente del portátil con la página en blanco y con ganas e ideas de contar algo interesante es, a menudo, un momento complicado en el que se enfrentan despiadadamente las ideas mentales con las formas verbales que intentan ejercer el derecho maravilloso de la comunicación.
Si, además, la aplicación de Office que te permite expresar esas ideas te abandona en plan traicionero impidiéndote la máxima de escribir por lo menos un post por semana, te quedas con demasiados y diferentes conceptos sentado en la taza de un váter con luz tenue sin ganas de volver a leer el bote de champú que te acompaña en el silencio de la discreción.
Y aunque no existan nuevas entradas en el “blog”, existen miles de sensaciones que colocar sobre el tapete verde de la indignación compartida por todos estos mortales que miramos al horizonte sin saber si va a llover.
Y es que no esta demasiado bien el tema para la información meteorológica cuando te despiertas como hoy con la noticia (cada día por desgracia menos sorprendente) de los cinco coma tres millones de parados o el veintidós coma ochenta y cinco por ciento de la población activa de un país que se desangra.
Y acojona.
Acojona por que una sociedad como la nuestra es un regla de tres en el que la pescadilla se muerde la cola después de ya cuatro años de crisis en la que por más que lo intentamos no acabamos de levantar cabeza.
Lo mínimo a lo que aspira un persona adulta es a depender de si mismo sin necesidad de cualquier tipo de ayuda externa o familiar, lo justo para que un ser humano se sienta en plenas facultades mentales y físicas no es la dignificación que algunos quieren hacer de la vida laboral sino la garantía profesional de saberse necesarios no solo en la sociedad sino en un entorno domestico que depende del sueldo de un patriarca perdido en las oficinas del INEM.
Todo lo demás es demasiado complicado como para saber aceptarlo y es lo suficientemente complejo como para vislumbrar el peligro real de la chispa de la desesperación en la mecha de un bomba de relojería a punto de estallar.
Este sistema que nos ha permitido vivir por encima de las posibilidades reales de lo efímero se ha olvidado de enseñarnos aquello de que nada es eterno y, cuando nos dimos cuenta, la hucha estaba reventada en el suelo de la habitación sin moneda alguna en su interior.

Pues sí, decía aquel individuo que vestía un traje gris, parece que va a llover.

En estos tiempos en los que somos felices de otra manera, observamos desde la lejanía un horizonte no apto para gentes de bien con problemas cardíacos y que siguen luchando por mantener la dignidad mirando directamente a los ojos de los problemas desde la desconfianza a ciertas instituciones y la duda a ciertas clases políticas que se venden al mejor postor del mercado internacional olvidándose de los problemas cercanos de miles de ciudadanos que depositaron su confianza en las quimeras de los programas electorales no cumplidos.

Pero hablemos de dignidad.
¿Que es la dignidad?
Pues como su mismo nombre indica es la cualidad de digno, alguien que se comporta con decoro y se hace respetar, es, por decirlo de alguna forma, la seriedad de las personas en la manera de comportarse e incluso un cargo honorífico y de autoridad.
Es la razón por la que muchos duermen tranquilos sin tener ninguna clase de cargo de conciencia sobre sus actos pasados o presentes y es también, (en ese tipo de gentes de bien), la perseverancia a no tener que perderla jamás bajo ninguna circunstancia.
Y son el pueblo llano, las gentes trabajadoras las que con su esfuerzo dignifican el sustantivo para convertirlo en adjetivo.
El problema, digo yo, es cuando desde otros organismos más superiores se olvida el concepto de la palabra ignorando conscientemente el significado moral para prostituirlo en párrafos de eslóganes mercenarios y sindicales que disfrazan la realidad.
Una realidad que inventan a su necesidad desinformandonos en un estado de “shock” que nos hace vulnerables ante el desconocimiento real de los problemas.
Y cuando alguien teme por lo suyo y lo de los suyos empieza a evaluar el problema desde perspectivas diferentes a las que desde aquel decoro en alerta se dejaron de valorar.

Pues todo esto ocurrió durante estos días de convalecencia de mi aplicación para escribir en el ordenador, días de vino y rosas disfrazadas de opio para un pueblo necesitado de guerras tácticas.

Y los clásicos bien, como siempre.

Sin novedad.

lunes, 2 de enero de 2012

"UNO DEL UNO"


Se apagaron los focos y el silencio volvió a reinar en el escenario de aquel teatro que se vislumbraba en la penumbra de cualquier jodida resaca.
El vacio de aquello conocido como bullicio reflejaba el sonido de un mar en calma en las antípodas de la desesperación.
Caminando entre los cipreses metálicos de las promesas incumplidas, la ciudad, tierra hostil de sombras reflejadas por luces de neón, esperaba pasiva inteligentemente ante la vuelta a la cruel  costumbre del volver a empezar.
La puerta del sol estaba hoy tan solo habitada por indignados que se abrigaban bajo el cielo invernal de una lata de cerveza ilegal mientras tan solo algún operario del ayuntamiento retirando cristal de la calle desdibujaba la acuarela de aquel día de año nuevo.

¿Donde se quedo la fiesta?

La fiesta era lo suficientemente cercana en tiempo y lugar que merecía la pena olvidarla del todo para no volver a soñar, el alcohol se había acabado en las sucias barras de metal de fiesta de barra libre desmontable donde la calidad de la bebida dejaba bastante que desear y, el chocolate de la taza ya estaba frio.

La gente que te rodeaba te seguía deseando felicidad para el año venidero y tú, como buen cristiano, no tenías ningún motivo para no dudar en devolver aquellos deseos en aquello que estaba por empezar.
 Paranoillas normales después del fiestón.

Y tras el exceso, la recesión.
No falla.
Es como aquella resaca de garrafón un martes más o menos a la hora de entrar a trabajar sin haber conseguido dormir fuera de casa.

Es en ese instante cuando la percepción de la realidad sobre las fechas navideñas cambia viéndolas, por decirlo de alguna manera, desde la barrera.
Y ves un pabellón ferial disfrazado para la ocasión, ves también mucha inocencia corrompida por el desgaste típico del consumismo en su más alta estima, ves, también hay que decirlo, partidos por y para ese gran continente llamado África en el que todos quieren colaborar y donde vemos en ellos  a deportista y artistas haciendo más o menos el gilipollas, vemos, o mejor dicho, escuchamos el mensaje de un monarca preocupado y percibimos los cuartos antes de las doce campanadas mientras decimos muchas veces aquello de “igualmente”, o aquello otro de “de tu parte”.
Conocemos a supuestos reyes magos que cobran cinco pavos por la fotografía de turno y papa noeles borrachos como cubas en sitios de mala reputación.

Y coño, piensas en lo bonito de estas fechas familiares.

Pero no os confundáis respecto a mi opinión de la Navidad, una opinión, por cierto, que tengo muy clara y no es negativa…
…es necesaria.

Definición personal de navidad:
Mañanas de mercado y lotería con la jaqueca lógica de las prisas.
Tardes  en plena efervescencia de miles de almas compitiendo contra el tiempo límite del cierre de los centros comerciales mejor iluminados en momentos de verdadera tensión entre gentes de bien que desconocen el significado de la palabra “stock 0” y que por ignorancia tendrán que de nuevo improvisar.
Noches de cocina en la casa de un pueblo solo reconocible en las luces de enfrente rodeadas de tremenda oscuridad, noches de hoguera y juegos de mesa en la orgia desenfrenada del recuentro de las posturas distantes que como cada año ceden posturas alrededor de aquella mesa redonda y saturada de estirpe desconocida.
Noches de canciones desafinadas.


Es por tanto importante resaltar que esto no es un post de navidad sino todo lo contrario.

El día después de todo el exceso justificado de un cambio de dígito es de nuevo el principio de algo circunstancial y desconocido para los miles de desgraciados que no tenemos la virtud de la videncia, y es por tanto un nuevo ciclo marcado en sangre en el horario laboral de nuestras vidas.
Es cuando te despiertas del sueño.
Y no existen ni los reyes magos ni el señor de rojo que vuela con renos por encima de las chimeneas.

Y no hubo regalos.

 Hubo altos cargos que juraron en la toma de posesión de la semana pasada sin poder prometer nada a sus Majestades los reyes, bastante tenían con desconocer la usencia de presentes debajo de un belén de figuras de madera usado, sin ánimo de lucro, para iluminar la sonrisa de la reina de la casa que con cinco años jugaba ignorante con un globo al lado de la calefacción.

Pero no hubo regalos y la vida siguió como siguen las cosas que no tiene mucho sentido.