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lunes, 2 de enero de 2012

"UNO DEL UNO"


Se apagaron los focos y el silencio volvió a reinar en el escenario de aquel teatro que se vislumbraba en la penumbra de cualquier jodida resaca.
El vacio de aquello conocido como bullicio reflejaba el sonido de un mar en calma en las antípodas de la desesperación.
Caminando entre los cipreses metálicos de las promesas incumplidas, la ciudad, tierra hostil de sombras reflejadas por luces de neón, esperaba pasiva inteligentemente ante la vuelta a la cruel  costumbre del volver a empezar.
La puerta del sol estaba hoy tan solo habitada por indignados que se abrigaban bajo el cielo invernal de una lata de cerveza ilegal mientras tan solo algún operario del ayuntamiento retirando cristal de la calle desdibujaba la acuarela de aquel día de año nuevo.

¿Donde se quedo la fiesta?

La fiesta era lo suficientemente cercana en tiempo y lugar que merecía la pena olvidarla del todo para no volver a soñar, el alcohol se había acabado en las sucias barras de metal de fiesta de barra libre desmontable donde la calidad de la bebida dejaba bastante que desear y, el chocolate de la taza ya estaba frio.

La gente que te rodeaba te seguía deseando felicidad para el año venidero y tú, como buen cristiano, no tenías ningún motivo para no dudar en devolver aquellos deseos en aquello que estaba por empezar.
 Paranoillas normales después del fiestón.

Y tras el exceso, la recesión.
No falla.
Es como aquella resaca de garrafón un martes más o menos a la hora de entrar a trabajar sin haber conseguido dormir fuera de casa.

Es en ese instante cuando la percepción de la realidad sobre las fechas navideñas cambia viéndolas, por decirlo de alguna manera, desde la barrera.
Y ves un pabellón ferial disfrazado para la ocasión, ves también mucha inocencia corrompida por el desgaste típico del consumismo en su más alta estima, ves, también hay que decirlo, partidos por y para ese gran continente llamado África en el que todos quieren colaborar y donde vemos en ellos  a deportista y artistas haciendo más o menos el gilipollas, vemos, o mejor dicho, escuchamos el mensaje de un monarca preocupado y percibimos los cuartos antes de las doce campanadas mientras decimos muchas veces aquello de “igualmente”, o aquello otro de “de tu parte”.
Conocemos a supuestos reyes magos que cobran cinco pavos por la fotografía de turno y papa noeles borrachos como cubas en sitios de mala reputación.

Y coño, piensas en lo bonito de estas fechas familiares.

Pero no os confundáis respecto a mi opinión de la Navidad, una opinión, por cierto, que tengo muy clara y no es negativa…
…es necesaria.

Definición personal de navidad:
Mañanas de mercado y lotería con la jaqueca lógica de las prisas.
Tardes  en plena efervescencia de miles de almas compitiendo contra el tiempo límite del cierre de los centros comerciales mejor iluminados en momentos de verdadera tensión entre gentes de bien que desconocen el significado de la palabra “stock 0” y que por ignorancia tendrán que de nuevo improvisar.
Noches de cocina en la casa de un pueblo solo reconocible en las luces de enfrente rodeadas de tremenda oscuridad, noches de hoguera y juegos de mesa en la orgia desenfrenada del recuentro de las posturas distantes que como cada año ceden posturas alrededor de aquella mesa redonda y saturada de estirpe desconocida.
Noches de canciones desafinadas.


Es por tanto importante resaltar que esto no es un post de navidad sino todo lo contrario.

El día después de todo el exceso justificado de un cambio de dígito es de nuevo el principio de algo circunstancial y desconocido para los miles de desgraciados que no tenemos la virtud de la videncia, y es por tanto un nuevo ciclo marcado en sangre en el horario laboral de nuestras vidas.
Es cuando te despiertas del sueño.
Y no existen ni los reyes magos ni el señor de rojo que vuela con renos por encima de las chimeneas.

Y no hubo regalos.

 Hubo altos cargos que juraron en la toma de posesión de la semana pasada sin poder prometer nada a sus Majestades los reyes, bastante tenían con desconocer la usencia de presentes debajo de un belén de figuras de madera usado, sin ánimo de lucro, para iluminar la sonrisa de la reina de la casa que con cinco años jugaba ignorante con un globo al lado de la calefacción.

Pero no hubo regalos y la vida siguió como siguen las cosas que no tiene mucho sentido.

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