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viernes, 27 de enero de 2012

"ELEMENTO BLOQUEADO"


El momento de sentarte enfrente del portátil con la página en blanco y con ganas e ideas de contar algo interesante es, a menudo, un momento complicado en el que se enfrentan despiadadamente las ideas mentales con las formas verbales que intentan ejercer el derecho maravilloso de la comunicación.
Si, además, la aplicación de Office que te permite expresar esas ideas te abandona en plan traicionero impidiéndote la máxima de escribir por lo menos un post por semana, te quedas con demasiados y diferentes conceptos sentado en la taza de un váter con luz tenue sin ganas de volver a leer el bote de champú que te acompaña en el silencio de la discreción.
Y aunque no existan nuevas entradas en el “blog”, existen miles de sensaciones que colocar sobre el tapete verde de la indignación compartida por todos estos mortales que miramos al horizonte sin saber si va a llover.
Y es que no esta demasiado bien el tema para la información meteorológica cuando te despiertas como hoy con la noticia (cada día por desgracia menos sorprendente) de los cinco coma tres millones de parados o el veintidós coma ochenta y cinco por ciento de la población activa de un país que se desangra.
Y acojona.
Acojona por que una sociedad como la nuestra es un regla de tres en el que la pescadilla se muerde la cola después de ya cuatro años de crisis en la que por más que lo intentamos no acabamos de levantar cabeza.
Lo mínimo a lo que aspira un persona adulta es a depender de si mismo sin necesidad de cualquier tipo de ayuda externa o familiar, lo justo para que un ser humano se sienta en plenas facultades mentales y físicas no es la dignificación que algunos quieren hacer de la vida laboral sino la garantía profesional de saberse necesarios no solo en la sociedad sino en un entorno domestico que depende del sueldo de un patriarca perdido en las oficinas del INEM.
Todo lo demás es demasiado complicado como para saber aceptarlo y es lo suficientemente complejo como para vislumbrar el peligro real de la chispa de la desesperación en la mecha de un bomba de relojería a punto de estallar.
Este sistema que nos ha permitido vivir por encima de las posibilidades reales de lo efímero se ha olvidado de enseñarnos aquello de que nada es eterno y, cuando nos dimos cuenta, la hucha estaba reventada en el suelo de la habitación sin moneda alguna en su interior.

Pues sí, decía aquel individuo que vestía un traje gris, parece que va a llover.

En estos tiempos en los que somos felices de otra manera, observamos desde la lejanía un horizonte no apto para gentes de bien con problemas cardíacos y que siguen luchando por mantener la dignidad mirando directamente a los ojos de los problemas desde la desconfianza a ciertas instituciones y la duda a ciertas clases políticas que se venden al mejor postor del mercado internacional olvidándose de los problemas cercanos de miles de ciudadanos que depositaron su confianza en las quimeras de los programas electorales no cumplidos.

Pero hablemos de dignidad.
¿Que es la dignidad?
Pues como su mismo nombre indica es la cualidad de digno, alguien que se comporta con decoro y se hace respetar, es, por decirlo de alguna forma, la seriedad de las personas en la manera de comportarse e incluso un cargo honorífico y de autoridad.
Es la razón por la que muchos duermen tranquilos sin tener ninguna clase de cargo de conciencia sobre sus actos pasados o presentes y es también, (en ese tipo de gentes de bien), la perseverancia a no tener que perderla jamás bajo ninguna circunstancia.
Y son el pueblo llano, las gentes trabajadoras las que con su esfuerzo dignifican el sustantivo para convertirlo en adjetivo.
El problema, digo yo, es cuando desde otros organismos más superiores se olvida el concepto de la palabra ignorando conscientemente el significado moral para prostituirlo en párrafos de eslóganes mercenarios y sindicales que disfrazan la realidad.
Una realidad que inventan a su necesidad desinformandonos en un estado de “shock” que nos hace vulnerables ante el desconocimiento real de los problemas.
Y cuando alguien teme por lo suyo y lo de los suyos empieza a evaluar el problema desde perspectivas diferentes a las que desde aquel decoro en alerta se dejaron de valorar.

Pues todo esto ocurrió durante estos días de convalecencia de mi aplicación para escribir en el ordenador, días de vino y rosas disfrazadas de opio para un pueblo necesitado de guerras tácticas.

Y los clásicos bien, como siempre.

Sin novedad.

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