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miércoles, 28 de marzo de 2012

"DE AQUELLO DE LOS DE ARRIBA Y LOS DE ABAJO"


Hay ocasiones en las que las cosas, aparentemente, menos atractivas se convierten en verdaderas obras de arte del medio en que se exhiben.
Es ahí, justo en ese punto cercano al éxito futuro, donde la intuición se erige como determinante en todo aquello relacionado con el esperado acierto de aquel proyecto encaminado a maravillar a un mundo necesitado de triunfos.
No siempre se firma lo mejor, no siempre se consigue lo que deseas ya que a veces puede no estar disponible siendo siempre la suerte un factor importante en todo tipo de eventos.
Y ahí vuelve a aparecer la inspiración.
Pero que es la inspiración.
Algunos lo atribuyen a la ilustración o movimiento sobrenatural que el mismo Dios comunica a la criatura, yo lo atribuyo más a esa producción espontánea que de vez en cuando ilumina al creador en su recodo sin, entrecomillas, esfuerzo.
Y ahí esta la clave, la inspiración puede llegar de repente, por supuesto, pero el esfuerzo no es el del momento preciso de la iluminación sino el acumulado en experiencia y trabajo durante muchas jornadas que, de repente, se justifican en un conciso instante.
En mil novecientos cincuenta y cuatro una historia aparentemente poco atractiva llega a manos del director  americano de origen turco Elia Kazan que decide realizarla desconociendo, lógicamente, que años después se hablaría de la película como una de los paradigmas de su género y a día de hoy como una de las mejores de la historia del cine.
La historia de la trama esta envuelta en una atmósfera gris y húmeda dentro de lo que eran de aquella los muelles del puerto de Nueva York, contexto importante para las sacrificadas relaciones de los trabajadores del mismo y los empresarios mercenarios de un lado oscuro disfrazado de sindicato.
Documento hostil de una realidad fotografiada en la ficción de este largometraje donde el director se atreve a que sea todo lo que parece y lo mezcla, de una manera delicadísima, con una historia de amor, de amor imposible.
Si a esto añadimos que el filme propone como modelo de actuar al autentico héroe, ese que no es perfecto, (detalle importante al entender que al que no serlo es, para el público, mucho más cercano), entendemos que la repercusión de un producto demasiado novedoso para los tópicos del cine de entonces es proporcional a ese grado de riesgo tomado a la hora de distanciarse de los cánones convencionales y arriesgarse por medio de decisiones improvisadas en la improvisación.

¿Resultado? Ocho Oscars.


En vísperas de una huelga nacional convocada, como no podía ser de otra manera, por los sindicatos que tenemos en este hermoso país, no quisiera desmerecer las vicisitudes de una reforma laboral enfocada a la frustración de una clase obrera ya jodida de por sí y planteada para los registros mercantiles de los que saben lo que son los registros mercantiles.
Por supuesto que en nada se parecen los sindicatos “nuestros” a los de la magnifica peli interpretada por Marlon Brando. 
¡Donde vamos a parar!

Aquí, también entre comillas, todos somos un poco del gremio que nos interesa dependiendo de los tipos de interés.


 Y aquí, en mil novecientos cincuenta y cuatro se colocaba la primera piedra de lo que posteriormente seria el Camp Nou y un tal Juan Gómez nacía en los Boliches en una España que era lo que era en una postguerra demasiado compleja como para intentar soñar.

Lo demás es otra historia.

Y es que el testimonio de una realidad no siempre es un fiel reflejo de la narración que el punto de vista del realizador de turno nos quiere mostrar.


Si he vuelto a visionar “La ley del Silencio” ha sido gracias al Real Madrid.




PD: Cordiales saludos al señor don Eduardo Iturralde González 

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