Tres y treinta y nueve de la mañana de uno de esos días que
te devuelven a la rutina laboral de aquel que ejerce su derecho constitucional
de formar parte de la llamada revolución social con la que algunos, llamémosles
sindicatos, hacen o quieren hacer lo mejor por la clase preferente.
Y no nos olvidemos, la clase preferente es la que consigue
crear clases preferentes.
Hablemos de clases preferentes.
En la escena central de la película “Volver a empezar”, película
dirigida por José Luis Garcí y ganadora del primer “Oscar” de la historia para
el cine español, el protagonista desvela su futuro al que fue su mejor amigo en
la juventud en una escena mítica en la que los dos acaban hablando de fútbol. Concretamente
del Sporting.
Y aquel equipo era el ejemplo de lo que fueron, son y serán los
colores de una ciudad, si me apuráis de toda una región, que mañana estará
pendiente de cualquier clase de información relacionada con la primera gran
final de tantas y tantas tardes de sufrimiento compungido en las orillas de una
Escalerona trastornada por los acontecimientos.
En estos tiempos de frustración añadida a las corresponsalías
internacionales que solo saben hablar de valores no demasiado institucionales,
los buenos profetas nos resguardamos en los bares esperando el milagro aquel
que nunca tuvo nada que ver con el fútbol.
Pero de todos es sabido que en las creencias populares la
pasión sobrevuela el silencio de las posibles hazañas bélicas que uno quisiera
contar a sus progenitores y que, como decirlo, a la larga distorsionan bastante
de una realidad superlativa.
Al final nos quedan los hechos y las virtudes.
Y recuerdo el Granada 74 en aquella gesta trabajada con la ilusión de ascender, recuerdo el Córdoba y el Eibar, el Málaga y el Recreativo.
Pero sobre todo recuerdo, estuve allí, aquella promoción con
el Lérida en aquel año de gracia en el que todavía no existían los problemas.
Si alguien entiende por poco que sea lo que significa el
amor a este club, entenderá la locura subjetiva de una afición cegada y
optimista de la institución que mejor refleja los valores de una asturianía que
mejor que nadie expresa la realidad social de un mundo demasiado alejado de
cualquier paraíso.
Y eso como mínimo, coño, merece quedarse en Primera.
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