Da igual si vienes del este, del oeste,
del norte o del sur, da igual.
En los meridianos espectrales de
cualquier clase de teoría ideológica caducada, los
serviciales individuos que poblamos las aceras grises de la gran
ciudad nos mantenemos al margen de cualquier nota de prensa de
cualquier posible delegada de gobierno o líder sindical que,
como siempre, embadurnan la partitura con manchas de tinta arruinando
cualquier clase de concierto en do menor.
Es lo que tienen las orquestas de
cámara que siguen subvencionadas por los altos poderes de un
estado de excepción que se limita a contar la versión
simplista de unos hechos no constatados por nadie más que los
fieles delegados de prensa amarilla y obscena, que como siempre,
entorpecerán el devenir lógico de las cosas y de la
información, o quizás del exceso de la misma, para
marear, aún más si cabe, la perdiz de aquello conocido
como confusión qué, con el temor, probablemente sea el
mal endémico preferido de unos gobernantes que siempre
pretenden guardarse algún as de picas en la manga.
Porqué por más que intento
jugar mis cartas, la partida parece perdida desde incluso antes de
repartir naipes en el tapete verde de la esperanza.
Por eso no importa que tus papeles no
estén en regla cuando la única frontera que rige a una
sociedad enloquecida que viene de la noche y va a ninguna parte es la
mercantil.
Pero para eso se invento la burocracia
que distingue el orden racional para distribuir y gestionar los
asuntos que le son propios a ese tipo de organización de la
cual, queramos o no queramos, formamos parte obligada por contrato
administrativo del que dependen parte de nuestros derechos como
habitantes de un lugar llamado mundo.
Individualmente la lucha, por
naturaleza, estará mucho más dividida y controlada por
la mano militar y policial de un país cada vez más
dividido en los modos y las formas de actuar de los unos y los otros
creando, por desgracia, la división perfecta para otras
minorías más selectivas (por llamarlas de algún
modo) con más poder de decisión y que se adaptaran a
los acontecimientos, siempre lo han hecho, sacándoles el mayor
provecho posible al manejar, no en vano ellos también crean el
conflicto, toda la maquinaria de la factoría que dirigen a su
antojo.
Respiremos.
Casos actuales como el del hospital de
la Princesa en el centro de Madrid consiguen lo que nunca en
democracia se consiguió como es poner de acuerdo a todo el
sector sanitario de la capital en la defensa de una sanidad pública
necesaria para cualquier colectivo que de verdad se crea aquello del
estado del bienestar que tan bonito quedaba en los titulares de
prensa.
El intento de cierre de hospitales, no olvidemos que en su momento fueron utilizados para conseguir
rédito electoral, nos devuelve a la más triste realidad
de hasta donde se dirige la colectividad del sistema capitalista que
invade, como un virus en la red, todos los archivos de los países
hasta ahora desarrollados que, como dice el refrán, empiezan a
ver las barbas de su vecino quemar.
Pero si queremos beneficios tenemos que
arriesgar queridos compatriotas y sabemos, dicen desde la tribuna,
que las medidas son impopulares pero necesarias.
No recuerdo con demasiada claridad pero
me atrevería a asegurar que desde hace tiempo tengo el
pasaporte caducado y el carnet de conducir sin puntos, mi próximo
objetivo será, menuda quimera, el DNI.
Te hablan de la libertad, te venden la
libertad, decía el personaje de Jack Nicholson en “Easy
Rider”, pero cuando ven que alguien se acerca a ella le temen.
Frase profética de una película
que se rodó en el sesenta y nueve justo después del
final de aquello conocido como el verano del amor en el que las
gentes de bien todavía pensaban, antes de pasarse al lado
oscuro, que se podía cambiar el mundo.
El as de corazones, hoy por hoy, no te
asegura ganar la partida.