Bien. Empecemos.
Mientras escribo este nuevo post tengo, como decirlo, a un trovador sin aliento ambientándome el patio interior del que, y él no lo debe saber, soy participe al mantener pequeñas normas de convivencia como por ejemplo no arrojar las migas de pan del mantel a la ropa tendida en los tendederos.
Pero en fin, intentaré escribir bajo su cruel banda sonora.
Me decía Ariadna Gil que llevaba muy mal lo de la fama. La entiendo, la comprendo perfectamente al saberse observada por toda especie humana que se precie.
Ella, una mujer de su tiempo y relativamente popular por su o sus trabajos, reniega de todo aquello que tenga que ver o asimilarse a Jorge Javier o cualquiera de sus súbditos.
La entiendo y solo pediría una cosa más, conocerla.
Estos chavales y en este caso me estoy refiriendo a la selección, no se si saben o se imaginan la repercusión mediática que van a tener después del mundial.
Ya la tienen muchos de ellos en sus clubs.
Estuve tres días pensando que poner después del partido contra Alemania pero desalojé cualquier tipo de duda al leer toda la prensa nacional descartando las alabanzas de unos periodistas que pasan del cielo al infierno en cuestión de horas.
Nada que decir del partido.
Cuando aprendí a tragar fuego el circo ya se había ido de Albacete a Nueva York dice SABINA.
Pues bien, estos maravillosos jugones saben bien la lección antes de empezarla y, permitirme una consideración razonable, quizás ahí está el hecho de poder disfrutar por primera vez en la historia una final del campeonato del mundo.
Son una generación que ya no solo juega en España sino en clubs muy importantes de las mejores ligas del mundo y están acostumbrados a vivir con la presión de rendir y demostrar su competitividad a todos los niveles.
Punto determinante para cerrar con candado y de una vez por todas ese sentimiento derrotista que nos inculco la imaginación de sentirnos inseguros e inferiores a equipos probablemente de menor nivel pero con más historia en los torneos internacionales.
Ahí está el merito del pulpo de los cojones y no en predicciones absurdas influenciadas por un mejillón
Tiene historia que un molusco cefalópodo tenga el rigor mediático de cubrir sus apariciones en directo por parte de medio mundo para esperar una decisión que pueda cambiar el transcurso de la verdad.
O de la mentira.
Pero vayamos a los nuestros.
Creerme que me alegro mucho de lo pasado el miércoles por Carles Puyol, Puyí para los colegas entre los que no me encuentro.
Se lo merece igual que Michel en aquel mundial en el que hizo un hat-trick.
Si algo demuestra este jugador es sangre y honor como decía aquel gladiador cinematográfico.
Es probablemente el jugador de campo con más profesionalidad (no descarto la de los demás) que se olvida de cualquier oportunismo sensacionalista o popular para remitirse única y exclusivamente a lo suyo que es jugar y defender.
Un grande, Andresito Montés, al que le dio por desaparecer como siempre antes de tiempo nos lo bautizo como tiburón.
Tiburón: pez selacio marino, del suborden de los escuálidos de cuerpo fusiforme y hendiduras branquiales laterales.
Osease pa los de la LOGSE, un puto crack.
Me gusta la piña que transmite este equipo.
No me gustan nada los arbitrajes de un mundial demasiado extraño como para considerarlo efímero.
Pero sobre todo y lo sabes, me gustas tú.
(No te des por aludido Guti)
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El fútbol (y tantas cosas de la vida) no tiene memoria.
ResponderEliminarLo que ayer era malo hoy es sensacional.
Y viceversa.
De ahí quizás lo pasional de este deporte, intenso y vibrante.
Lo de Puyol fue como un premio a su esfuerzo, a su coraje, a su casta...
a sus cojones, vamos.
Es un tipo que se parte la cara por lo que hace,
que en las buenas y en las malas está ahí,
que nunca habrá sido el principal objeto de debates y tertulias futbolísticas,
pero que desde que debutó ha dejado marca.
Recuerdo sus inicios, con ese pelo que a todos nos hacia gracia pero con una contundencia y fuerza que ya dejaba entrever
el pedazo de jugador que iba a ser
y mírale ahora, convertido en un ejemplo de lo que debería ser un jugador profesional.
Mañana quizás los focos vayan para otros,
pero lo más importante es que los españoles tras el pitido final tengan una sonrisa eterna
y lágrimas, pero de felicidad.
El domingo, cita con la historia.
El lunes... bueno, ya veremos que pasa con el lunes.