En el difícil mundo deportivo de los sacrificios expuestos a posibles triunfos a su vez expuestos también a todo lo relacionado con cualquier cosa parecida a la palabra fracaso, los deportistas de élite arriesgan al máximo temporadas enteras para demostrar, demostrarse, el límite propio de las capacidades físicas y mentales de toda una vida enfocada a la competición.
La competición a su vez se nutre egoístamente de individuos anónimos que envejecen en su juventud aspirando a destacar como héroes griegos para pasar al olimpo de la eternidad.
La eternidad, ansiada por todo mortal con aspiraciones atemporales, es lo suficientemente ambigua como para olvidar (hoy) lo que hicimos ayer.
Y así funciona el futbol.
Hace tan solo cinco meses o si queréis cinco meses y medio, el considerado mejor equipo de Europa era el Atlético de Madrid.
Y de aquella Diego Forlán era el héroe de aquel proyecto ilusionante bajo el mandato de Quique Sánchez Flores, técnico valorado por una afición entregada a volver a ser portada como aquel año del doblete.
Y Reyes era un traidor que tan solo pensaba en el dinero, el mono Burgos se había comido a sí mismo, a Agüero, de aquella, no se le notaba integrado en el equipo, Simao era muy necesario para el bloque y David de Gea era todavía una promesa.
Como pasa el tiempo y como cambian las costumbres.
Y es que pudo ser que con cinco años a mi me gustaran “Los Pecos”, o al menos eso escuche decir a mi madre; que con quince me flipara “Technotronic”, una grupo de origen belga que obtuvo un descomunal pero efímero éxito en la década de los noventa con temas de dance y house para desparecer en los recuerdos adolescentes de mi generación; que con veinticinco descubriera el suave elixir de la infidelidad al elegir, mi novia, entre Alejandro Sanz y un servidor ganando por la mano el primero y que actualmente, un corazón ajetreado como el mío haya decidido por primera vez no largarse con cualquiera que no se lo merezca dejándome aislado en los clásicos populares del rock como punto final de mi áspera vida musical.
El caso es que no soporto a Lady Gaga.
Pero gustos a parte opino firmemente que la evolución de cualquier ser humano nos lleva directamente a cambiar el criterio del blanco al negro basándonos en la experiencias adquiridas o compartidas con terceros que también nos aportan (en algunos casos nos enseñan) a descubrir diferentes prismas a la hora de valorar las cosas que, por alguna extraña razón, nos interesan.
Por tanto, señores de cierta prensa deportiva amarillenta y edulcorada a colectivos cerrados, dejémonos de gilpolleces refinadas y no comparemos el tocino con la velocidad.
Que coño tendrán que ver dos jugadores actuales con aquel que maravillo al mundo por la década de los cincuenta y los primeros años de los sesenta.
Pues absolutamente nada.
Ha cambiado en el fútbol prácticamente en todo y por tanto la preparación de los jugadores muchísimo más.
¿Hubiera triunfado el señor Di Stéfano en la época actual? Pues probablemente por sus características no.
¿Llegaran Messi o Ronaldo a tener su palmares en las vitrinas? Pues probablemente tampoco.
Pero como las dotes de videncia no forman parte de mis cualidades como científico solamente me voy a referir al mejor jugador del mundo actual que no es nada más y nada menos que el señor Lionel Andrés Messi. Y lo es por que ha sido acreditado como tal en las dos últimas entregas de los balones de oro.
Las demás comparaciones son odiosas decía mi padre.
Jornada veintidós
Empates de Zaragoza, Osasuna y Sevilla en casa que no les ayudan demasiado en sus respectivas ligas.
En una comunidad valenciana atosigada por dos derbis en la misma jornada suerte dispar para los dos grandes. El Valencia ganaba sin demasiada complicación mientras el Levante hacia la machada en el Madrigal.
El Almería ratifica que sigue queriendo estar en la categoría reina ganando a probablemente el equipo revelación de la temporada.
El Getafe rectifica y suma de nuevo.
En San Mames los leones se despacharon a gusto antes de la media hora de partido a un rival que soñaba con una nueva machada fuera de casa antes de recibir al líder.
El líder siguió a lo suyo a costa de unos amigos de la ribera del Manzanares y en el Madrid sonó el despertador para ver de nuevo despertar al siete blanco (no confundir con uno que juega en Alemania)
Mención especial:
Desde la posición doce hasta la veinte hay solo cinco puntos de distancia que nos anuncian una segunda vuelta con lucha agónica para evitar el descenso.
“La ropa negra conviene tenerla siempre lejos” dijo un día un delantero que se retiró en el sesenta y seis en El Español después de haber dado al Madrid los mejores años de su historia.
Lo tendré en cuenta.
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