Los devotos de las distintas cofradías observaban con lágrimas en los ojos la imposibilidad de sacar sus respectivas imágenes del templo sagrado al encontrarse ¿frente a frente con un cielo caprichoso y llorón?.
El cielo descargaba su ira en forma de lluvia tóxica arruinando los preparativos de una pasión solo entendible entre un colectivo creyente y necesitado de milagros místicos que de nuevo, tendría que esperar un año para resarcirse de los posibles pecados cometidos en aquellos otros tiempos nihilistas en los que la santidad se disfrazaba de concupiscencia escondida tras la misa de doce.
El escéptico contemplaba en silencio la representación desde una pantalla de televisor de veintiún pulgadas sin atreverse a juzgar la posible hipocresía ambigua de cualquier clase de fe dictada a golpe de sangre y fuego desmarcándose, desde su pequeño salón dormitorio, de las temidas obligaciones morales del hereje condenado a vagar por el Averno.
En quizás la coyuntura más espiritual de otro año más, el sufrimiento se diluía peligrosamente en un sentir inconsciente e inconstante de la venerables almas perdidas en el desbarajuste mortal de una sociedad que cada vez dogmatiza menos los supuestos prodigios escritos en un pasado romántico aferrándose, por desgracia, a un libre pensamiento único de subsistencia enfocado en el mañana.
Y ahí, queridos camaradas, no hay milagros que valgan.
El pasado estaba pasando en el presente de estos tiempos de intensa actividad litúrgica llamados Semana Santa.
Pasión:
Esa emoción intensa repleta de entusiasmo y deseo que recorre un cuerpo que se va volviendo pasivo ante los sentimientos encontrados en una cabeza que no responde, nos hace de repente sentirnos vulnerables.
Y lo dice alguien que recuerda que hace muchos años estuvo enamorado de una mujer que por desgracia lo adivino.
Muerte:
El punto culminante de cualquier camino emprendido con un objetivo y que en un momento determinado llega a un final que no nos garantiza plenamente el éxito de la labor encomendada pero, dato importante, nos marca un cambio de ciclo en el que se pierden demasiadas cosas que, con el tiempo, se irán quedando atrás.
Resurrección:
Es cuando al punto final de los finales sí le siguen dos puntos suspensivos.
¿Todo esto es posible que pasara el otro día en Mestalla en la final de la Copa del rey?
No estoy seguro.
Jornada treinta y dos.
Hubo un Clásico que se saldó con empate y se jugaron nueve partidos más.
Mención especial:
He conocido cantidad de gente que me ha sorprendido (para bien y para mal); me he sorprendido con gente (para bien y para mal) que no he llegado a conocer y alguna vez he tenido que mirar hacia otro lado.
He visto gente con estrella y gente que se estrellaba precipitadamente contra la nada.
He disfrutado con los pequeños triunfadores urbanos y he negociado e escondidas con viejos perdedores a los que no les faltaba voluntad para volver a creer.
Gentes que, por expreso deseo del destino, aparecen en la viñeta de tu vida aportando seguramente nuevos datos que administrar en el subconsciente.
Estoy seguro de que de todos he aprendido algo.
Si hablamos de admiración la cosa ya cambia y se reserva a un pequeño grupo de seleccionados que han superado la más dura criba que yo me pudiera plantear.
No puedo decir que entienda de héroes, porque ¿que es un héroe?, pero entiendo de caerse y levantarse cuando la vida te maltrata en lo personal.
Y son esos, los que una, dos, tres, o cien veces se vuelven a levantar frente a las adversidades de un destino infinitamente jodido demostrando carácter, cojones y personalidad.
Esos son mis héroes.
Una vez más te han vuelto a tantear desde algún rincón del infinito y de nuevo solito has superado la prueba.
Gracias por todo pero especialmente por ser como eres Manolo Preciado.
Desde este pequeño encuentro de aptitudes que hoy por hoy intentaron hablar de una semana gris y rutinaria con sobremesa de clásicos de “peplum”, envido a la grande siendo consciente de poseer tres reyes magos.
Lo demás lo dejamos al olvido.
sábado, 23 de abril de 2011
viernes, 15 de abril de 2011
"PROXIMA ESTACIÓN: SANTIAGO BERNABEU"
Hay dos clases de personas que viajan en metro a esa hora en la que el sol está a punto de fichar, las formales que buscan un jornal con el que alimentar a sus poyuelos y las lascivas, seres extraños de una noche más que buscan sin encontrar nada viable en el oscuro mundo de un deseo exilado a galernas.
Las formales, gentes de bien que madrugan habitualmente para cumplir con unas obligaciones algo alejadas del concepto básico de la satisfacción, viajan sentados en un vagón silencioso entretenidos en la lectura del periódico gratuito de turno o del último libro recomendado por cualquier compañero con dotes críticas para el ocio con evidentes signos de somnolencia intentando, por decirlo de alguna manera, disfrazar de palabras el cruel destino rutinario que dicta el temido despertador.
Las fiesteras, crapulillas aficionados a un desbarajuste horario en un ciclo vital alejado de un itinerario en el que visualizar el fin de trayecto, peregrinan las estaciones observando, como aves de rapiña, la posibilidad de cualquier último encuentro visual dentro de la inquietud cercana de la más que posible posibilidad (valga la redundancia) de repetir un retiro a unos aposentos que esperan como siempre oscuros y en soledad.
Sombras nocturnas que se escudan en la embriaguez con la más descarada intención de seguir soñando.
Al final lo de siempre, distintas maneras de trasladarse a confines dispares en desiguales condiciones manteniendo una dirección contraria en la que siempre existe el riesgo de una colisión frontal.
A eso del mediodía, la visión iluminada del interior del coche desde el andén, cambia por completo los parámetros anteriormente citados para encontrarnos más similitud entre sus ocupantes.
En esas horas en las que lo necesario es la pausa, el botellín y el aperitivo, la masa social requiere el lenguaje como medio de expresión, maniobra subjetiva de una mente que procesa necesariamente una válvula de escape de las obligaciones cotidianas para favorecer la energía encorvada del esfuerzo mañanero.
Es entonces cuando se dibujan por todos los rincones de un vagón, insisto, demasiado iluminado, pequeñas conversaciones entre compañeros de profesión, academia o facultad a los que el entretenimiento importa más que la relevancia del mensaje transmitido.
Es también momento de tertulia banal en los bares de barrio que inundan la ciudad y que hacen que las gentes de bien se guarezcan de la estrepitosa tormenta que les rodea y al que, como hormiguitas, los anónimos manifestantes de las causas perdidas salen de la boca de la parada más cercana al menú del día para establecer las pautas concretas de la jornada que les queda por vivir.
La tarde, probablemente influenciada por la menor frecuencia de trenes, se vuelve lenta y pesada esperando prudentemente la mágica hora de la liberación de responsabilidades para acometer el ineludible episodio de la emancipación donde de nuevo, y también en sentido contrario, coincidirán esas dos filosofías de conductas divergentes.
Y las dos se lamentaran de la desdicha del de enfrente asumiendo de nuevo el enorme riesgo de esa posible colisión frontal.
Pues, queridos míos, ha llegado la hora.
Y no es una, no.
Serán cuatro encontronazos a vida o muerte para demostrar la hegemonía de las posibles virtudes ante los posibles defectos que marcaran el éxito o fracaso deportivo de una campaña que se acerca a un final de infarto.
Mañana empieza un festival del que, os puedo asegurar, alguien saldrá malherido.
¡Que empiece el espectáculo!
Jornada treinta y uno.
Manita de un Valencia agarrado a pies y manos a una tercera plaza que no quiere abandonar a un Villareal demasiado preocupado en Europa.
El Madrid, quizás guiado por esa fe que le caracteriza como defensor de las causas perdidas en una liga en la que ya le daban por muerto, asalta la Catedral dando un golpe de autoridad antes del derbi.
El Barcelona por su parte hace los deberes contra el colista no haciendo quizás su mejor partido o, también quizás, reservándose para los envites de un mes cargado de exigencia.
Vete tú a saber.
El Atlético gana con solvencia para ponerse en el retrovisor de un Sevilla que empata a costa de un Mallorca aburrido y deshinchado.
Hércules, Espanyol, Levante, Málaga, Racing y Deportivo firman unas tablas que, quizás con la excepción de los de Valencia, sirven para poco a pesar de la importancia de seguir puntuando.
Triunfo agónico de un Zaragoza que, como decirlo, echa balones fuera para meter en la disputa a un Getafe que se acerca demasiado a un precipicio que no conoce también como un Sporting que intenta por todos los medios cambiar la ruta ganando en casa.
Mención especial:
Llene sus neveras de cerveza, reserven mesa en el bar de al lado, manden a su queridísima esposa de vacaciones, eviten el humo de los clubs, reduzcan la velocidad, manden a los crios de campamento, pidan ese día que les debe la empresa de descanso que esto empieza señores.
ATENCIÓN: ESTACIÓN EN CURVA. Al salir tengan cuidado de no introducir los pies entre coche y andén.
Las formales, gentes de bien que madrugan habitualmente para cumplir con unas obligaciones algo alejadas del concepto básico de la satisfacción, viajan sentados en un vagón silencioso entretenidos en la lectura del periódico gratuito de turno o del último libro recomendado por cualquier compañero con dotes críticas para el ocio con evidentes signos de somnolencia intentando, por decirlo de alguna manera, disfrazar de palabras el cruel destino rutinario que dicta el temido despertador.
Las fiesteras, crapulillas aficionados a un desbarajuste horario en un ciclo vital alejado de un itinerario en el que visualizar el fin de trayecto, peregrinan las estaciones observando, como aves de rapiña, la posibilidad de cualquier último encuentro visual dentro de la inquietud cercana de la más que posible posibilidad (valga la redundancia) de repetir un retiro a unos aposentos que esperan como siempre oscuros y en soledad.
Sombras nocturnas que se escudan en la embriaguez con la más descarada intención de seguir soñando.
Al final lo de siempre, distintas maneras de trasladarse a confines dispares en desiguales condiciones manteniendo una dirección contraria en la que siempre existe el riesgo de una colisión frontal.
A eso del mediodía, la visión iluminada del interior del coche desde el andén, cambia por completo los parámetros anteriormente citados para encontrarnos más similitud entre sus ocupantes.
En esas horas en las que lo necesario es la pausa, el botellín y el aperitivo, la masa social requiere el lenguaje como medio de expresión, maniobra subjetiva de una mente que procesa necesariamente una válvula de escape de las obligaciones cotidianas para favorecer la energía encorvada del esfuerzo mañanero.
Es entonces cuando se dibujan por todos los rincones de un vagón, insisto, demasiado iluminado, pequeñas conversaciones entre compañeros de profesión, academia o facultad a los que el entretenimiento importa más que la relevancia del mensaje transmitido.
Es también momento de tertulia banal en los bares de barrio que inundan la ciudad y que hacen que las gentes de bien se guarezcan de la estrepitosa tormenta que les rodea y al que, como hormiguitas, los anónimos manifestantes de las causas perdidas salen de la boca de la parada más cercana al menú del día para establecer las pautas concretas de la jornada que les queda por vivir.
La tarde, probablemente influenciada por la menor frecuencia de trenes, se vuelve lenta y pesada esperando prudentemente la mágica hora de la liberación de responsabilidades para acometer el ineludible episodio de la emancipación donde de nuevo, y también en sentido contrario, coincidirán esas dos filosofías de conductas divergentes.
Y las dos se lamentaran de la desdicha del de enfrente asumiendo de nuevo el enorme riesgo de esa posible colisión frontal.
Pues, queridos míos, ha llegado la hora.
Y no es una, no.
Serán cuatro encontronazos a vida o muerte para demostrar la hegemonía de las posibles virtudes ante los posibles defectos que marcaran el éxito o fracaso deportivo de una campaña que se acerca a un final de infarto.
Mañana empieza un festival del que, os puedo asegurar, alguien saldrá malherido.
¡Que empiece el espectáculo!
Jornada treinta y uno.
Manita de un Valencia agarrado a pies y manos a una tercera plaza que no quiere abandonar a un Villareal demasiado preocupado en Europa.
El Madrid, quizás guiado por esa fe que le caracteriza como defensor de las causas perdidas en una liga en la que ya le daban por muerto, asalta la Catedral dando un golpe de autoridad antes del derbi.
El Barcelona por su parte hace los deberes contra el colista no haciendo quizás su mejor partido o, también quizás, reservándose para los envites de un mes cargado de exigencia.
Vete tú a saber.
El Atlético gana con solvencia para ponerse en el retrovisor de un Sevilla que empata a costa de un Mallorca aburrido y deshinchado.
Hércules, Espanyol, Levante, Málaga, Racing y Deportivo firman unas tablas que, quizás con la excepción de los de Valencia, sirven para poco a pesar de la importancia de seguir puntuando.
Triunfo agónico de un Zaragoza que, como decirlo, echa balones fuera para meter en la disputa a un Getafe que se acerca demasiado a un precipicio que no conoce también como un Sporting que intenta por todos los medios cambiar la ruta ganando en casa.
Mención especial:
Llene sus neveras de cerveza, reserven mesa en el bar de al lado, manden a su queridísima esposa de vacaciones, eviten el humo de los clubs, reduzcan la velocidad, manden a los crios de campamento, pidan ese día que les debe la empresa de descanso que esto empieza señores.
ATENCIÓN: ESTACIÓN EN CURVA. Al salir tengan cuidado de no introducir los pies entre coche y andén.
viernes, 8 de abril de 2011
"PRIMAVERA CANALLA"
En una de esas semanas primaverales en las que uno deja la vida pasar alegrándose del sutil pero progresivo desnudo virtual de unas féminas que buscan la comodidad con el calor de ciertas tardes de terraza, cerveza y cigarrito, un servidor se aísla del mundo en su destartalado cuarto para disfrutar de nuevo de la escritura de este blog que, al igual que los futbolistas, se puso una jornada de huelga.
En mi caso cumplí con ese objetivo probablemente influenciado por la parte más sindicalista de las pocas neuronas que me quedan por quemar.
Y como podrán entender entiendo que en este tiempo sin hablarnos las cosas cambien de contexto devoradas por la cantidad de información exterior e interior que circula en los medios de comunicación en lo que lo único importante es ser noticia.
Lo que ayer era verdad hoy es mentira
Pero es primavera en el Corte Ingles y por tanto nos olvidaremos del índice de paro en un país en el que se anuncia la renuncia de un líder devorado por los acontecimientos del peso de un poder que desgasta, ignoraremos la cantidad de agua radiactiva vertida en las costas de un Pacífico tan asustado como los habitantes de Ciudad del Cabo o, incluso, nos quejaremos de la subida del tipo de interés anunciado por el banco central europeo para frenar la inflación de una crisis que obliga a ciertos estados miembros a pedir rescates que no pueden pagar.
Algo huele a podrido en algún lado decía un dramaturgo ingles.
Pero a pesar de todos los males que nos hacen sentirnos estables dentro de la gravedad, de vez en cuando los pequeños milagros nos hacen volver a creer en algo más o menos tangible.
Ignoro si el sistema planetario influye en las mareas, si las energías condicionan el futuro individual o colectivo de la sociedad en la que nos desenvolvemos y si el contexto temporal y geográfico altera la resolución final de los acontecimientos.
No lo sé.
Pero de vez en cuando, y solo de vez en cuando, David vence a Goliat.
Y es que si por algo se distingue el ser humano es por esa rara paranoia mental que nos hace, al creérnoslo, ser más fuertes y que tiene mucho más que ver con el dogma de la esperanza que con cualquier clase absurda de pronóstico predestinado dentro de una realidad entre comillas, lógica.
Pero todo lo que a priori esta dotado de razón intelectual, dialéctica y argumentativa sigue estando expuesta a los hechos finales para certificar el fin que no el final.
Y el sábado, a eso de las ocho de la tarde saltó la sorpresa en el Bernabeu.
Dicen los mayores, esos hombres sabios que saben más por viejos que por diablos, que el tiempo pone a cada uno en su lugar.
Y no se pudo encontrar mejor emplazamiento para finiquitar las posibles dudas hacia un colectivo del que alguien, en un momento determinado, sugirió su dejadez en partidos complicados dudando de la profesionalidad de unos jugadores que ni ahora son el Leverkusen ni antes eran la última mierda que cago Pilatos.
Polémica por tanto zanjada con cura de humildad de por medio.
Jornada treinta.
El Getafe y la Real se complican la existencia al entrar en ese grupo peligroso que nos mantendrá en vilo hasta final de temporada.
Cambió de actitud en un Hércules que sigue creyendo en el milagro de la permanencia como lo hace un Depor que sigue remando para ello.
El Athletic se aposenta en Europa sin hacer ruido obligando que Sevilla y Atlético cumplan con sus respectivos compromisos bajo la mirada atenta de un Espanyol que pierde fuelle.
Golpe de mano de un sorprendente Levante ante un rival directo del que a día de hoy se ignora de quien es la culpa y que observa en silencio y asustado las victorias a domicilio de sus enemigos íntimos.
Un Barcelona resolutivo saca petróleo en Villareal certificando prácticamente el Campeonato a ritmo de Shakira y pendiente de las evoluciones de un siete estancado con el gol.
Preciado asalta el Bernabeu por segunda vez en su carrera y el Sporting (ojo al dato) por cuarta vez en su historia despojando al equipo de Chamartín del título liguero salvo hecatombe histórica en la ciudad Condal.
Mención especial para el Almería mostrando desde estas líneas un apoyo total en esta complicadísima misión casi imposible que no insalvable.
Muchísima suerte compañeros.
Y de momento nada más.
O quizás si.
Como todo parece indicar que tendremos clásico en semifinales de la Champions, os aviso en primicia de un post especial dedicado a tal acontecimiento.
Podéis ir en paz.
En mi caso cumplí con ese objetivo probablemente influenciado por la parte más sindicalista de las pocas neuronas que me quedan por quemar.
Y como podrán entender entiendo que en este tiempo sin hablarnos las cosas cambien de contexto devoradas por la cantidad de información exterior e interior que circula en los medios de comunicación en lo que lo único importante es ser noticia.
Lo que ayer era verdad hoy es mentira
Pero es primavera en el Corte Ingles y por tanto nos olvidaremos del índice de paro en un país en el que se anuncia la renuncia de un líder devorado por los acontecimientos del peso de un poder que desgasta, ignoraremos la cantidad de agua radiactiva vertida en las costas de un Pacífico tan asustado como los habitantes de Ciudad del Cabo o, incluso, nos quejaremos de la subida del tipo de interés anunciado por el banco central europeo para frenar la inflación de una crisis que obliga a ciertos estados miembros a pedir rescates que no pueden pagar.
Algo huele a podrido en algún lado decía un dramaturgo ingles.
Pero a pesar de todos los males que nos hacen sentirnos estables dentro de la gravedad, de vez en cuando los pequeños milagros nos hacen volver a creer en algo más o menos tangible.
Ignoro si el sistema planetario influye en las mareas, si las energías condicionan el futuro individual o colectivo de la sociedad en la que nos desenvolvemos y si el contexto temporal y geográfico altera la resolución final de los acontecimientos.
No lo sé.
Pero de vez en cuando, y solo de vez en cuando, David vence a Goliat.
Y es que si por algo se distingue el ser humano es por esa rara paranoia mental que nos hace, al creérnoslo, ser más fuertes y que tiene mucho más que ver con el dogma de la esperanza que con cualquier clase absurda de pronóstico predestinado dentro de una realidad entre comillas, lógica.
Pero todo lo que a priori esta dotado de razón intelectual, dialéctica y argumentativa sigue estando expuesta a los hechos finales para certificar el fin que no el final.
Y el sábado, a eso de las ocho de la tarde saltó la sorpresa en el Bernabeu.
Dicen los mayores, esos hombres sabios que saben más por viejos que por diablos, que el tiempo pone a cada uno en su lugar.
Y no se pudo encontrar mejor emplazamiento para finiquitar las posibles dudas hacia un colectivo del que alguien, en un momento determinado, sugirió su dejadez en partidos complicados dudando de la profesionalidad de unos jugadores que ni ahora son el Leverkusen ni antes eran la última mierda que cago Pilatos.
Polémica por tanto zanjada con cura de humildad de por medio.
Jornada treinta.
El Getafe y la Real se complican la existencia al entrar en ese grupo peligroso que nos mantendrá en vilo hasta final de temporada.
Cambió de actitud en un Hércules que sigue creyendo en el milagro de la permanencia como lo hace un Depor que sigue remando para ello.
El Athletic se aposenta en Europa sin hacer ruido obligando que Sevilla y Atlético cumplan con sus respectivos compromisos bajo la mirada atenta de un Espanyol que pierde fuelle.
Golpe de mano de un sorprendente Levante ante un rival directo del que a día de hoy se ignora de quien es la culpa y que observa en silencio y asustado las victorias a domicilio de sus enemigos íntimos.
Un Barcelona resolutivo saca petróleo en Villareal certificando prácticamente el Campeonato a ritmo de Shakira y pendiente de las evoluciones de un siete estancado con el gol.
Preciado asalta el Bernabeu por segunda vez en su carrera y el Sporting (ojo al dato) por cuarta vez en su historia despojando al equipo de Chamartín del título liguero salvo hecatombe histórica en la ciudad Condal.
Mención especial para el Almería mostrando desde estas líneas un apoyo total en esta complicadísima misión casi imposible que no insalvable.
Muchísima suerte compañeros.
Y de momento nada más.
O quizás si.
Como todo parece indicar que tendremos clásico en semifinales de la Champions, os aviso en primicia de un post especial dedicado a tal acontecimiento.
Podéis ir en paz.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)