Que sí, que muy bien, que vale.
Tercera y cuarta jornada y ya casi la quinta.
Respiremos.
Ha sido volver de vacaciones y entregarme por completo a una ciudad ya en pleno apogeo de sensaciones similares a todo lo contrario de aquello que deje en la costa.
Que le vamos a hacer, es ley de vida.
A falta de un abuelo bastardo y de una esposa soltera como dice Joaquín me centré en las jornadas ligueras que, como mínimo, me hacían aligerar la frustración típica de la edad escolar de aceptar sin resentimiento la llegada de otro nuevo otoño en mi vida.
Y bueno, hay un poco de todo aquello…
El Madrid gana pero no convence ni siquiera a sus seguidores entre, nadie es perfecto, los que no me encuentro.
El Barcelona sufre y no va tan de sobrado como en temporadas pasadas desplegando eso sí, un juego de toque y construcción.
El Valencia sorprende a propios y extraños al demostrar que incluso sin Villa ni Silva puede dar guerra.
El Atletí me sigue gustando al demostrarme que han elegido el equipo en lugar de la banda.
El Sevilla probablemente ha bajado un peldaño de aquello que fue, pero, como decirlo, todos los días no son fiesta para nadie.
El Bilbao ha empezao fuerte y con garra pero sobretodo con una cantera que va a dar mucho que hablar.
Veremos.
Y luego todos eso aspirantes a la permanencia que, exceptuando sorpresas, van a estar ahí demostrando una planificación acertada o equivocada para, para mí, la mejor liga del mundo.
Y probablemente lo sea al ver o intuir más igualdad que en años anteriores.
No es fácil ningún partido y ningún equipo lo tendrá fácil con nadie.
Que viva el espectáculo.
Sin entrar en polémicas, critico y criticare la dura entrada de Ujfalusi a Leo Messi sin más.
Y digo sin más porque ya se ha hablado demasiado del asunto como para pretender, como algún director de diario deportivo de tirada nacional, echar más leña a un fuego que lo que debe de hacer es apagarse y seguir dando calorcito a un ambiente frío y húmedo.
Que nos sirva de lección a todos y que se eviten, dentro de lo posible, acciones violentas en un terreno de juego creado para el disfrute del personal.
Respeto a los profesionales de la cancha que no a esos otros que empapan en tinta la sangre de los demás.
Otro nombre, De Gea.
Increíble la progresión de este joven de diecinueve años que ya parece abuelo en primera división.
De los árbitros, como siempre, mejor no hablar.
Y con Vivaldi y su otoño de fondo me despido a ver si veo caer alguna hoja de algún árbol caído.
jueves, 23 de septiembre de 2010
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