Vistas de página en total

miércoles, 31 de octubre de 2012

"CARTAS AMARILLAS"


Rememorando las vivencias olvidadas en un pasado relativamente cercano me he puesto, de madrugada, a revisar apuntes literarios en carpetas escondidas en recodos oscuros de lugares poco utilizados de lo que viene a ser conocido como mi dulce morada.
Y descubrí, dentro de esos archivadores, un buen puñado de momentos de los que ya mi convaleciente memoria había trasladado a un olvido medianamente relativo en lo que a la evasión se refiere y, que inconscientemente, estaban escondidos envueltos en ese polvo que el tiempo tiene como costumbre de dejar en las estancias que, como decirlo, se mantienen en las sombras de ese rancio aroma del pasado.

Lo bonito de las cartas amarillas suele tener mucho que ver con la ingenuidad de la falta de experiencia de aquel individuo soñador que una vez quiso comerse el mundo desde, por desgracia, el prisma difuso de un romanticismo creciente en aquellos años en los que el cielo estaba más cerca del mar y, es ahora, cuando desde la visión subjetiva de la intolerancia propia de una madurez cercana al adulterio, rememoramos con nostalgia los envites lejanos de una virginidad inmortalizada en fotografías en color de aquel verano gris en el que te enamoraste de un sueño que al final del mismo volvió a su lugar de origen.

Y por supuesto que la correspondencia fue poco a poco dando paso al olvido.

Hoy, como ayer, miramos demasiado de frente al futuro sin ni siquiera tener constancia suficiente de lo importante que es a veces echar la vista atrás consiguiendo, sin intentarlo, acercarnos demasiado a ese precipicio peligroso en el que la retentiva brilla por la ausencia total de conmemoraciones a las que agarrarnos para sentirnos vivos y que, ¿de verdad no os acordáis?, formaban parte importante de todo aquel proceso creativo que nos llevó a la búsqueda constante de una sabiduría que aún esta por llegar.

Son esos pequeños retazos de sentimientos con formas de palabras los que de repente te trasladan simbólicamente a ese país de nunca jamás del que, valga la redundancia, jamás debiste salir, dentro (a ver si nos entendemos) de un concepto romántico e irreal de lo que se puede entender como evolución.

Dicen los sabios que pobre del país que se olvida de su pasado, advirtiendo, de un modo simple y cercano, que hay cosas que jamás se deberían volver a repetir.
Y a pesar de que estoy de acuerdo con las formas, mucho me temo que no lo puedo estar con el modo abrupto de solo querer recordar los episodios negativos de una generaciones anteriores que atrapadas en diferentes contextos también fueron claves para la evolución posterior de los coetáneos que actualmente tienen el peso de la responsabilidad futura.

Pero para entender la globalidad social de este mundo plural deberíamos empezar por la singularidad manifiesta de todas esas pequeñas cosas que nos hicieron creer en un mundo mejor.

Y esas cartas amarillas que de vez en cuando deberíamos desempolvar son pequeños manifiestos de aptitudes nihilistas alejadas de el ruido y la polución de una sociedad que te obliga a vivir al límite del límite de la velocidad permitida en cualquier carretera nacional de doble sentido.

Hoy celebramos la victoria del Madrid y mañana ya tenemos “Champions”.

Evitando cualquier posible infarto de miocardio os invito a navegar en ese pasado oculto que tenemos guardado en cajas de cartón para, por lo menos, olvidar a ratos el presente de una competición demasiado intensa para cualquier equipito de futbol siete que aspira a un trofeo que aún está por decidir.

 Podéis ir en paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario