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martes, 2 de octubre de 2012

"MANDATARIOS REPRESENTATIVOS"


Los años van pasando y te hacen objetivamente observar las cuestiones básicas de las relaciones humanas de forma sutilmente diferente. Te hacen incluso cambiar la imparcialidad de los actos de los personajes que rodean un ámbito a veces plagado de rivalidad excesiva en un entorno que poco a poco se va convirtiendo en territorio demasiado hostil para la coherencia.

Los valores, como en los mercados bursátiles, bajan enteros al descubrir las verdaderas debilidades de un personal demasiado sensible en las palabras y demasiado arriesgado en los hechos puntuales de una declaración emocional y utópica que en nada tiene se parece a la realidad simbólica de un ideología barata en los tiempos que corren.

Al final, el camino desorbitado de la existencia, abre y cierra puertas a la imaginación menos egoísta de aquellos fieles que se mantienen al margen, gentes que se dan cuenta de que la reflexión esta por encima de la frustración para o, con el único objetivo, de seguir construyendo las bases nada sólidas de la redención.

El reconocimiento mutuo del que antes alardeábamos se transforma lentamente en decepción al entender que los mundos, a pesar de ser paralelos, siempre han formado parte de distintos contextos demasiado alejados como para procurar pararse un segundo a reconocer al individuo como una entidad única, autodeterminación personal en función de las determinadas opciones individuales que cada cual pueda disponer.

Pero vivimos en un mundo enloquecido y demasiado poco apto para corazones propensos a infartos de miocardio que utilizan la pasión para evitar la carga y el desalojo de cualquier negocio local en medio de una manifestación decorada con demasiadas lecheras.
Tasaciones revolucionarias que hacen rápidamente transformar el anonimato en una cuestión mucho más pública y mediática a beneficio de unas redes sociales que echan demasiado humo negro en el cielo gris.

Es ese, el valor de la inconsciencia, el que hace por momentos seguir creyendo en esa gente que de repente actúa por convicción personal afrontando las responsabilidades de sus actos sin temor a equivocarse al disponer la entereza suficiente de saberse libres al afrontar los errores con la osadía del arrepentimiento.

Y quizás eso es lo que más se hecha en falta en una clase política demasiada ocupada en disimular sus errores en el vacío de los discursos repetitivos con los que nos decoran los telediarios públicos a esas horas en que a punto estas de comer.

Tenemos actualmente tal exceso de información que lo único que se puede afirmar es que estamos rodeados por todas partes de confusión.

Lo que ayer fue noticia hoy ya ha pasado al olvido y lo que mañana lo será es lo único que interesa a unos medios de comunicación lo suficientemente voraces como para no atender a razones.


Y las razones, decía un entrenador portugués, son exclusivamente deportivas.

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