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martes, 7 de febrero de 2012

"BENDITO PINOCHO"


"Tiempos de gloria me esperaban en París como actor favorito de la corte, represente ante augustos duques, dueños de augustas panzas que me cubrieron de oro, pero fortuna es mujer y por tanto caprichosa y pronto me dio la espalda" comentaba un tal Alexio de Nápoles a su novieta.

Y todo era mentira.

Los melodramas de tarde amarilla en canal fascista no suelen tener buenos finales pero sí demasiadas interpretaciones con un solo color, el verde esperanza.
Las mentiras piadosas siguen siendo necesarias para la estabilización de muchos corazones tendidos al sol de los lunes de invierno para mantener la coherencia en las dificultades tanto económicas como mentales de individuos anónimos que deben de volver a contar bulos para salvar, como mínimo, el presente de sus entornos.
Y es que las circunstancias marcan los procesos y la paciencia de las gentes en los pequeños contextos de la vida familiar que en momentos complicados resisten heroicamente o se van por el desagüe de la desesperación.

Y es ahí donde la falacia te salva una triste historia con final impredecible.
Es más, incluso hay ocasiones en las que se debe contar lo que el público quiere oír.

Sin tener que recurrir al tópico de que aquello no deja de ser una labor social, veo necesario justificar en tiempos como estos el embuste como símbolo importante de la revolución social de la gente engañada mucho antes por imperativo legal.
Alexio contaba los cuentos que soñó poder vivir a su prometida para que ella, de alguna manera, pudiera percibir que aquello existió.
Es entonces cuando en su pensamiento, en su imaginación, la historia (inventada) empieza a ser real.

Pero cuidado.
Hay casos en los que, no una, sino mil fantasías pueden llevar a distorsionar el concepto de una realidad demasiado personal para empezar a confundir cualquier clase de juicio preestablecido bajo el amparo, en los buenos tiempos, del dulce encanto de la burguesía.
Es ese momento en el que la realidad se ve superada en los noventa minutos por la ambición del querer y no poder en un enfrentamiento perdido desde antes de salir a la cancha.
Es cuando el personaje se olvida de la persona que lo inventó al mirarse al espejo y no verse reflejado bajo la tenue luz blanca de aquel cuarto de baño con azulejos celestes.
Es el final de cualquier significado de una identidad moldeada por el desarrollo de los acontecimientos.

Si ademas la figura en cuestión ha recurrido a los baños de masas para acrecentar ese sentimiento, no disimulado, de líder y salvador histórico para su comunidad, acabará saliendo exculpado como no culpable por el veredicto de un jurado popular.

La hegemonía de ciertos gobernantes en los periodos electorales en los que campan a sus anchas por los edificios gubernamentales, hacen que el populismo acepte, en un ejercicio de extrema ignorancia, las decisiones mesiánicas de individuos que consiguen que su región sea la única que necesita ser salvada por el Gobierno Central.
Y la justicia, señores míos, sabemos que sigue estando ciega.

Al final no es una cuestión de un particular en concreto ni de un color político en absoluto, sino que imperan por toda la geografía española varios y distintos casos de legisladores que se creyeron sus mentiras jugando con, no lo olvidemos, el dinero público de los demás.
Y son esas falacias, las que no son piadosas, las que ni siquiera tienen nada que ver con la humildad, las que hacen que las nuestras, benditas trolas, no consigan el efecto deseado en una sociedad demasiado exasperada en los problemas cotidianos a los que nos han llevado a esos lideres en los que, malditos bastardos, un día depositamos nuestra confianza.
Son ellos también, manda huevos, los que nos piden confianza en las instituciones que sólitos se encargan de destruir, si no físicamente por lo menos a nivel moral en un colectivo desencantado y agotado de ver, escuchar y descubrir que todo sigue igual de mal que siempre en un mundo en el que siempre pringaran los mismos.

En estos momentos en los que la ética se desdibuja creando un colectivo cada vez más individualista, los analistas, sociólogos y tribus urbanas varias pagadas por el Estado nos invitan a ejercer de mediadores en los conflictos familiares y locales de ayuntamientos que piden colaboración ciudadana como voluntariado para ejercer labores laborales que las arcas municipales ya no pueden pagar, obligándonos de nuevo a tener que volver a mentir, mintiéndonos.


Valgan las redundancias.

Por cierto de lo de Contador, supongo que valorareis que no os cuente una patraña.

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