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viernes, 24 de febrero de 2012

"CARTELERA"


Por fin es viernes se escucha en los corrillos de los bares de barrio a la hora del menú en una expresión de absoluta liberación y de ciclo cumplido al entender, entendámonos, el punto final de un semana laboral cargada, como todas, de implicación emocional a la causa perdida de la auto dependencia.
Es el momento de la liberación necesaria para propósitos ejemplares de las buenas costumbres disfrazadas de ejercicios masoquistas encauzados a una causa social dentro del diccionario del consumismo ilustrado que nos rige y es, la necesaria búsqueda de la paz interior individual en el exacerbado asunto de los vicios que nos quedan por cumplir.

Es viernes.

O mejor dicho, era viernes.

Los viernes de ahora no tienen la magia de antaño donde se consideraba casi tan festivo al sábado que al domingo sin contar, por supuesto, las fiestas de guardar.
En estos precisos instantes serías un privilegiado si dispusieras de la oportunidad de ejercer tu derecho constitucional en tu gremio los fines de semana y es por tanto cuando el concepto se modifica radicalmente en las almas proletarias de aquellos sindicalistas retirados en el exilio de las buenas costumbres.

Son tiempos de cambios ya lo advertí.

Hablan los sabios economistas de un país en regresión que la única solución es la famosa, por méritos propios, reforma laboral que nuestros gobernantes han puesto encima de la mesa por el imperativo legal que da una mayoría absoluta.
Dicen que solucionara la falta de empleo en todo un territorio nacional embargado por las deudas de los años de vino y rosas que también ellos mismos (mandatarios de todo nombre y condición) se trataron de apuntar como mérito propio de su legislación vigente.
Al final, y con perdón, toda esta mierda solo servirá para crear más desigualdad entre las clases sociales que una vez soñaron con evolucionar al estatus de clase media alta y a la que se lo hicieron creer cuando las cosas estaban mejor.

Pero, volvamos al viernes.

Y como siempre, en esto la cosa sigue sin cambiar, los estrenos cinematográficos nos informaban del cambio de ciclo semanal permitiéndonos, al menos por el transcurso de dos horas, disfrutar del anonimato de aquel al que le quedan vidas por vivir en la pantalla de los sueños por realizar.

Cualquier mortal que se precie sigue aspirando a encontrarse uno de esos finales felices que hagan que todo lo demás valga la pena, es justo y necesario creer en ello para incrementar la sensación optimista de la cruel realidad que espera fuera de la sala de proyección y es por tanto el cine la válvula de escape de muchas generaciones que no tuvieron tiempo para idealizar nada.

Ahora en cambio estamos sobradamente preparados para desvirtuar cualquier realidad con infinitas posibilidades de ocio en el mismo teléfono y, señores míos, sera igual de entretenido pero no es lo mismo.

No son buenos tiempos, los actuales, para la magia en cualquiera de sus vertientes, no es quizás el mejor momento para dejar de soñar de vez en cuando, ni es el preciso instante para querer ser un héroe de comedia de situación romántica en el Nueva York de los sesenta sin nada que llevarse a la boca ni tampoco para invertir en los negocios de la “familia” que la cosa esta muy mal.
El “glamour” se ha ido difuminando con el transcurso del tiempo para aparentar normalidad y así adaptarse a las circunstancias reales de un colectivo que siempre superara a la ficción.

El mejor espectáculo del mundo empieza y finaliza por uno mismo.

Y algo así debe pensar entre sus libros de cabecera aquel chaval demasiado maduro para su edad que tuvo un sueño.
Un tipo al que la perseverancia le convirtió en líder y el liderazgo se transformo en la prudencia de esos pocos que siempre saben estar.
Después el éxito demando responsabilidades y estas le retaron a saber abandonar el barco.

Y en ello está.

La trama esta pendiente de la resolución final de un proyecto que sigue ilusionando en todo el planeta y que consigue el efecto hipnótico de cualquier final made in Hollywood:

Secuencia final                                            Interior noche.


Sala de prensa abarrotada de periodistas.


Pep Guardiola se sienta en la silla y enciende el micrófono...



                                                               CONTINUARA

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